Biografía de una ciudad que nunca existió
Publicado: Mié, 21 Ago 2019 10:45
1
nací por accidente
-siempre ocurre así- en una vetusta
ciudad que no ocultaba
su permanente olor a semana santa
pronto aprendí
de los inviernos resbaladizos
habitados por árboles suicidas
y de la felicidad como flor de inmediatos instantes
en la sonrisa de una madre
o en su tortilla de patatas a orillas del río
cuando llegó la lobreguez de la escuela
me amputaron la mano zurda -"por tu bien"-
donde como una lluvia feroz tronaba
todos los días desde su estrado
el maestro llenando
de terribles augurios -y de himnos y rezos-
al niño todo incapaz de hallarle
una luz a tanto enigma
luego llegaban como terribles dientes
la huella roja de la humillación marcada
en la cara y la silenciosa lágrima
cuando quise ver el mar
me subí a un cerro y sangré yeso
en la cima una tierra
biliosa tachonada de campanarios
y un aire contaminado
de 25 años de paz lo ocultaban
casi me cuesta la vida y entonces
llegó Trotsky y me hice republicano a pesar
de un padre azul oscuro casi negro
descubrí que el universo era plasma
en expansión acariciándola aunque nunca me olvidaré
de las enormes caderas de su madre -mi tía-
y si alguna vez de joven probé
los sucedáneos del amor a mil quinientas
siempre supe que el verdadero
amor existía en algún lugar cerca del mar
2
la mujer quebrada sobre un lecho de piedra
expulsó sangre de su sangre
hasta doce veces siempre rodeada
por el día muerto
se la recuerda mar meciendo
barcos varados brisa cantando nanas
y vuelo narrando cuentos para dormir
mas también ubre generosa
hasta agotar existencias y mula de carga
y llanto mucho llanto cuando la nube negra
o el gran tiburón acechaban
nunca supo de amores ni de orgasmos
aunque tal vez en su juventud
rozara el placer al sentir la música al piano
de una sonata con su nombre
y un día la mujer quebrada se murió
cuando no le tocaba ocupando apenas
un pequeño rincón del lecho de piedra
y sus hijos sin mucha abnegación por su legado
en náufragos sin viernes se convirtieron
3
de pie
como una estatua inútil dejada al azar
espera en el andén nocturno de una ciudad
habitada por tréboles amargos
un viento del este -el último-
con sabor a mar y cielo rojo
que lo libere de un tiempo anclado
en el tedio sin nombre de mujer
y del frío invierno en el corazón
y del olor carcelario del aire
aunque jamás podrá extirpar de su piel
la casa donde el vacío se acumula
como el polvo de los muertos
nací por accidente
-siempre ocurre así- en una vetusta
ciudad que no ocultaba
su permanente olor a semana santa
pronto aprendí
de los inviernos resbaladizos
habitados por árboles suicidas
y de la felicidad como flor de inmediatos instantes
en la sonrisa de una madre
o en su tortilla de patatas a orillas del río
cuando llegó la lobreguez de la escuela
me amputaron la mano zurda -"por tu bien"-
donde como una lluvia feroz tronaba
todos los días desde su estrado
el maestro llenando
de terribles augurios -y de himnos y rezos-
al niño todo incapaz de hallarle
una luz a tanto enigma
luego llegaban como terribles dientes
la huella roja de la humillación marcada
en la cara y la silenciosa lágrima
cuando quise ver el mar
me subí a un cerro y sangré yeso
en la cima una tierra
biliosa tachonada de campanarios
y un aire contaminado
de 25 años de paz lo ocultaban
casi me cuesta la vida y entonces
llegó Trotsky y me hice republicano a pesar
de un padre azul oscuro casi negro
descubrí que el universo era plasma
en expansión acariciándola aunque nunca me olvidaré
de las enormes caderas de su madre -mi tía-
y si alguna vez de joven probé
los sucedáneos del amor a mil quinientas
siempre supe que el verdadero
amor existía en algún lugar cerca del mar
2
la mujer quebrada sobre un lecho de piedra
expulsó sangre de su sangre
hasta doce veces siempre rodeada
por el día muerto
se la recuerda mar meciendo
barcos varados brisa cantando nanas
y vuelo narrando cuentos para dormir
mas también ubre generosa
hasta agotar existencias y mula de carga
y llanto mucho llanto cuando la nube negra
o el gran tiburón acechaban
nunca supo de amores ni de orgasmos
aunque tal vez en su juventud
rozara el placer al sentir la música al piano
de una sonata con su nombre
y un día la mujer quebrada se murió
cuando no le tocaba ocupando apenas
un pequeño rincón del lecho de piedra
y sus hijos sin mucha abnegación por su legado
en náufragos sin viernes se convirtieron
3
de pie
como una estatua inútil dejada al azar
espera en el andén nocturno de una ciudad
habitada por tréboles amargos
un viento del este -el último-
con sabor a mar y cielo rojo
que lo libere de un tiempo anclado
en el tedio sin nombre de mujer
y del frío invierno en el corazón
y del olor carcelario del aire
aunque jamás podrá extirpar de su piel
la casa donde el vacío se acumula
como el polvo de los muertos