Editorial Alaire

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Continúa la noche dilatándose
a mi espalda contra los visillos
ondulantes en horas de deriva
con mis dulces desencuentros.
Complejo sistema de inteligencia variable
en la insoportable tolerancia a los necios.
Las tortugas patrullando jardines líquidos
enloquecen ebrias de gasolina, lujuriosas
entre aromas discretos de plantas azules.
Identidad imprecisa con la que reconozco
los secretos que urde sobre tallos tiernos
el hombre enredado en sencilla oscuridad.

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La necedad se come las hojas de cualquier árbol. El jardinero acepta el reto de cuidar la poesía de su jardín. Al final todos dormimos por ratos en la oscuridad, pero el jardinero madruga y se aprende las estaciones y el poder natural repelente del ajo, la cebolla y el ají picante. Buenos ingredientes también para sazonar platos deliciosos. Me gusta tu alegoría de la necesad, Estimado Ignacio. Abrazos, ERA

No me atrevería a proporcionar un vaso-constrictor a esta noche tan lograda en tu poema, Ignacio.
Las tortugas traen muchos significantes en su aparente lentitud, me gusta imaginarlas ebrias de combustible, escaneando la luz desde sus corazas protectoras.

Felicidades sinceras y un abrazo.