Editorial Alaire

¿Dónde diantres habré extraviado mi rumbo?
Se pregunta un murciélago enjaulado,
mientras se oxidan sus sentidos.
Guiado por el sonido de un portazo
se golpea y golpea contra cada barrote.
No se percibe olor a presa temerosa.
Solo siente el rigor de sus ventanas.
Este roedor nocturno jamás descansará.
Su mente nunca ha sido instruida.
Ejecuta las órdenes del cerebro con brío.
Con ese afán que muestran sus mandíbulas devorando un gusano.
No resulta indeciso, en su naturaleza
lleva la oscuridad, sin lamento o reparos.
Ya sus alas están cargando tanto con su cuerpo,
que cada topetazo, le impide recordar
el anterior.
Y su noción del tiempo, inexistente,
no le hace desistir de su porfía.
Sin duda no ha perdido de vista su objetivo.
Cuando sus alas no podían más,
se abalanzó, arrastrado, sobre una de las rejas,
devorando sin prisa ni inquietudes,
con un hambre voraz, su forma y su contorno.
Una a una, y a golpe de mandíbula,
dejó para los restos la jaula de jengibre.
Y luego se afincó en lo alto del laboratorio,
boca abajo.

Escribes miy bien, Ricardo. Me gusta tu imagineria rica y provocadora. Te felicito y deseo seguir leyéndote, poeta. ERA

Gracias miles, ERA, por tu presencia y por tus palabras.
Me seguirás leyendo, siempre que quieras.
Soy un superviviente.
Y eso es lo que me hace fuerte y me abre la mente.
Un abrazo muy fuerte.
Gracias, de nuevo.