Una rama de olivo
Publicado: Dom, 21 Jul 2019 2:06
De verde se visten los trigales
con un roce amarillo y eterno,
de azul turquesa el universo vespertino
y las golondrinas repletas de viaje
urgen en nata aquellas nubes
de sueño atolondrado, de sueño moreno,
de sueño en sueño
como un hada en un cuento infantil.
Vuela la luz,
y el agua rompe a golpes la piedra escarpada
abrazada a la montaña que la vio nacer,
entre musgo de verde moqueta
y el hechizo indomable de una imagen
idolatrada en belleza y tenaz en su linaje.
Habla la brisa,
inenarrable, incontestable y fresca,
con aroma a fresas de bosque,
y vainas de verde funda,
arrastra los brotes malignos,
las esencias adormecidas e irritables,
el olor cautivo de la sequedad
el jazmín encadenado a la inmundicia,
para acicalar su raíz, su tallo, su enjundia.
Y muere, para que su vieja savia
esculpa una talla brillante, verde, lozana.
Duerme un cielo pausado,
disconforme con la latitud del día,
casi como obligando a un descanso necesario,
exponiendo la belleza del paisaje
al mundo aterciopelado del paraíso
excéntrico y armonioso de las estrellas,
dejando que el sonido refrescante de las cascadas,
el frescor de las plantas, el aroma de las flores,
el olor a tierra humedecida,
compongan una imagen de blanco pastel
bajo una luna entregada,
adornada de luceros y cometas en perfecto acorde.
Hay calma, sosiego, nata y caramelo,
hay silencio anclado al misterio de la noche,
al ayer terminado y al hoy por llegar,
todo reposa en armonía
como esperando el disparo de una nueva jornada,
la llegada de un rayito de luz,
aurora, alba, amanecer, alborada,
da igual cual sea su nombre,
da igual su historia,
tan solo importa que brille, como antes lo hizo,
que hable como si nada ocurriera,
que duerma mientras sueña
entre constelaciones eternas,
que nazca una y otra vez
para seguir vestido de su esencia.
Da igual mientras siga con nosotros,
mientras emigren golondrinas
para regresar año tras año,
mientras alguna paloma
transporte una rama de olivo
y mientras el ser humano entienda su significado.
Hoy la lluvia son lágrimas de pena
convertidas en tormenta.
con un roce amarillo y eterno,
de azul turquesa el universo vespertino
y las golondrinas repletas de viaje
urgen en nata aquellas nubes
de sueño atolondrado, de sueño moreno,
de sueño en sueño
como un hada en un cuento infantil.
Vuela la luz,
y el agua rompe a golpes la piedra escarpada
abrazada a la montaña que la vio nacer,
entre musgo de verde moqueta
y el hechizo indomable de una imagen
idolatrada en belleza y tenaz en su linaje.
Habla la brisa,
inenarrable, incontestable y fresca,
con aroma a fresas de bosque,
y vainas de verde funda,
arrastra los brotes malignos,
las esencias adormecidas e irritables,
el olor cautivo de la sequedad
el jazmín encadenado a la inmundicia,
para acicalar su raíz, su tallo, su enjundia.
Y muere, para que su vieja savia
esculpa una talla brillante, verde, lozana.
Duerme un cielo pausado,
disconforme con la latitud del día,
casi como obligando a un descanso necesario,
exponiendo la belleza del paisaje
al mundo aterciopelado del paraíso
excéntrico y armonioso de las estrellas,
dejando que el sonido refrescante de las cascadas,
el frescor de las plantas, el aroma de las flores,
el olor a tierra humedecida,
compongan una imagen de blanco pastel
bajo una luna entregada,
adornada de luceros y cometas en perfecto acorde.
Hay calma, sosiego, nata y caramelo,
hay silencio anclado al misterio de la noche,
al ayer terminado y al hoy por llegar,
todo reposa en armonía
como esperando el disparo de una nueva jornada,
la llegada de un rayito de luz,
aurora, alba, amanecer, alborada,
da igual cual sea su nombre,
da igual su historia,
tan solo importa que brille, como antes lo hizo,
que hable como si nada ocurriera,
que duerma mientras sueña
entre constelaciones eternas,
que nazca una y otra vez
para seguir vestido de su esencia.
Da igual mientras siga con nosotros,
mientras emigren golondrinas
para regresar año tras año,
mientras alguna paloma
transporte una rama de olivo
y mientras el ser humano entienda su significado.
Hoy la lluvia son lágrimas de pena
convertidas en tormenta.