El árbol prohibido (égloga nº3)
Publicado: Jue, 27 Jun 2019 23:12
El árbol prohibido
(égloga nº3)
envuelto nubes y tornado truenos,
se alza un árbol aislado.
Es de coral relámpago vibrante
y, de la tierra de los hondos senos,
plexo arterial alado;
deseo germinado
de apetecibles pomos en sus ramas
y futuros proyectos en sus yemas,
luce brotado gemas,
arde cuajado llamas,
exhibiendo volcánicas sus tramas.
Todo a su alrededor tierra es sagrada
que trema torrencial sísmicos trinos
grave a su voz rotunda.
Helicoidal de pájaros bandada
girando en ascendentes torbellinos,
aire y ánima inunda.
Adán en su profunda
cárcel de estalactíticos ocasos
muerde sus soledades de manzana,
y muere la mañana
mientras recuenta crasos
entre dientes crujiendo sus fracasos.
¿Crujen entre sus dientes o ante ellos?
¿Es delirio o verdad? ¿Qué le conmueve?
¿Es mundo o es cabeza?
Luengos ramos se vuelven brazos bellos...
Verdes hojas dibujan mano leve...
Y la áspera corteza
desnuda su crudeza
en paisaje de carne desplegado,
y al concento de pájaros levanta
única voz que canta:
«¡Goza fructificado
tu deseo con lágrimas regado!»
Nunca vistos, dos soles en el cielo
iluminan cerúlea su figura
cerezas adornada.
Nunca en línea lucientes junto al suelo
hilaron las galaxias tal finura
o vidrio o argento o helada...
¡Fuego y lumbre y mirada
que el paraíso abrasan, cuanto pudo
en un pecho ser preso y entregado
y estrechar abrazado
el antes tronco rudo,
cuerpo de amor ahora en flor desnudo!
Pero la carne fue tocada apenas,
seda suave fue rigor y arruga.
¿Es cabeza o es mundo?
Él, en tensión, tirando de sus venas,
quiere impedir la inevitable fuga
apretando iracundo
con vigor sin segundo
la madera que, en frutos de escalpelo,
hace saltar su sangre florecida
hasta la tarde herida
que, levantando el vuelo,
la tierra enciende cuanto encharca el cielo.
Mira, canción: como la rama herida,
el hombre, si el caudal de su deseo
prolongado estiaje
soporta en su pasaje,
como un tronco varado en el Leteo,
ve pasar la corriente de su vida
mientras su voz se trunca
en un constante nunca... nunca... nunca...
(égloga nº3)
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
(Garcilaso, Soneto XIII)
En medio del jardín sol fulgurante,la causa y la razón por que lloraba!
(Garcilaso, Soneto XIII)
envuelto nubes y tornado truenos,
se alza un árbol aislado.
Es de coral relámpago vibrante
y, de la tierra de los hondos senos,
plexo arterial alado;
deseo germinado
de apetecibles pomos en sus ramas
y futuros proyectos en sus yemas,
luce brotado gemas,
arde cuajado llamas,
exhibiendo volcánicas sus tramas.
Todo a su alrededor tierra es sagrada
que trema torrencial sísmicos trinos
grave a su voz rotunda.
Helicoidal de pájaros bandada
girando en ascendentes torbellinos,
aire y ánima inunda.
Adán en su profunda
cárcel de estalactíticos ocasos
muerde sus soledades de manzana,
y muere la mañana
mientras recuenta crasos
entre dientes crujiendo sus fracasos.
¿Crujen entre sus dientes o ante ellos?
¿Es delirio o verdad? ¿Qué le conmueve?
¿Es mundo o es cabeza?
Luengos ramos se vuelven brazos bellos...
Verdes hojas dibujan mano leve...
Y la áspera corteza
desnuda su crudeza
en paisaje de carne desplegado,
y al concento de pájaros levanta
única voz que canta:
«¡Goza fructificado
tu deseo con lágrimas regado!»
Nunca vistos, dos soles en el cielo
iluminan cerúlea su figura
cerezas adornada.
Nunca en línea lucientes junto al suelo
hilaron las galaxias tal finura
o vidrio o argento o helada...
¡Fuego y lumbre y mirada
que el paraíso abrasan, cuanto pudo
en un pecho ser preso y entregado
y estrechar abrazado
el antes tronco rudo,
cuerpo de amor ahora en flor desnudo!
Pero la carne fue tocada apenas,
seda suave fue rigor y arruga.
¿Es cabeza o es mundo?
Él, en tensión, tirando de sus venas,
quiere impedir la inevitable fuga
apretando iracundo
con vigor sin segundo
la madera que, en frutos de escalpelo,
hace saltar su sangre florecida
hasta la tarde herida
que, levantando el vuelo,
la tierra enciende cuanto encharca el cielo.
Mira, canción: como la rama herida,
el hombre, si el caudal de su deseo
prolongado estiaje
soporta en su pasaje,
como un tronco varado en el Leteo,
ve pasar la corriente de su vida
mientras su voz se trunca
en un constante nunca... nunca... nunca...