Editorial Alaire

Rosa Marzal escribió:Ella y la complejidad y riqueza de todos y cada uno de sus universos íntimos laten en cada una de estas magníficas estaciones sentimentales.

Como siempre, un lujo acercarse a tu poesía, amigo Ferreiro.

Un abrazo.

Pilar Morte escribió:Estas entregas nos colocan al lado de la buena poesía. Un placer seguirlas y degustarlas. Felicidades.
Abrazos
Pilar

J. J. Martínez Ferreiro escribió: I
Desde las islas enrejadas en un grito romántico
se abre un caudal sin ideas de rozamiento;
ella, manantial, río... esas agonías del agua.

II
Manantial de salitre,
ella, llorando el alambre de los ojos,
con una frente dócil agonizante en las tormentas.

III
Ella cobija la noche invernal,
los claveles castrados del otoño
y el herrumbre de los insectos en los atardeceres del estío.
Sueña la abnegación de las hormigas,
ese propósito animal apasionado de la tierra.

IV
Y sus labios carnosos en las tetas de las ballenas,
con un río que se detiene
en el meandro de los piernas.

V
En su carne que lamo, en la salazón del rocío
late mi corazón remoto,
nativo de las costas de fuertes marejadas
donde ligero salta el rey de los pingüinos.[/b]

J. J. Martínez Ferreiro escribió:I
Desde las islas enrejadas en un grito romántico
se abre un caudal sin ideas de rozamiento;
ella, manantial, río... esas agonías del agua.

II
Manantial de salitre,
ella, llorando el alambre de los ojos,
con una frente dócil agonizante en las tormentas.

III
Ella cobija la noche invernal,
los claveles castrados del otoño
y el herrumbre de los insectos en los atardeceres del estío.
Sueña la abnegación de las hormigas,
ese propósito animal apasionado de la tierra.

IV
Y sus labios carnosos en las tetas de las ballenas,
con un río que se detiene
en el meandro de los piernas.

V
En su carne que lamo, en la salazón del rocío
late mi corazón remoto,
nativo de las costas de fuertes marejadas
donde ligero salta el rey de los pingüinos.

Ana García escribió:Riqueza visual en cada una de las estaciones.

Manantial de salitre,
ella, llorando el alambre de las penas,
con una frente dócil agonizante en los naufragios;

Un abrazo.

J. J. Martínez Ferreiro escribió:Desde las islas enrejadas en un grito romántico
se abre un caudal sin ideas de rozamiento;
ella, manantial, grito o río... esas agonías del agua.

Manantial de salitre,
ella, llorando el alambre de los ojos,
con una frente dócil agonizante en las tormentas.

Ella cobija la noche invernal,
los claveles castrados del otoño
y la herrumbre de los insectos en los atardeceres del estío.

Ella sueña la abnegación de las hormigas,
ese propósito animal, apasionado de la tierra.
Sueño yo sus labios carnosos
en las tetas de las ballenas,

Sueño un río que ríe deteniéndose
en el meandro de los muslos.

En su carne que lamo, en la salazón del rocío
late mi corazón remoto,
nativo de las costas de fuertes marejadas
donde ligero salta el rey de los pingüinos.

Julio Gonzalez Alonso escribió:

J. J. Martínez Ferreiro escribió: I
Desde las islas enrejadas en un grito romántico
se abre un caudal sin ideas de rozamiento;
ella, manantial, río... esas agonías del agua.

II
Manantial de salitre,
ella, llorando el alambre de los ojos,
con una frente dócil agonizante en las tormentas.

III
Ella cobija la noche invernal,
los claveles castrados del otoño
y el herrumbre de los insectos en los atardeceres del estío.
Sueña la abnegación de las hormigas,
ese propósito animal apasionado de la tierra.

IV
Y sus labios carnosos en las tetas de las ballenas,
con un río que se detiene
en el meandro de los piernas.

V
En su carne que lamo, en la salazón del rocío
late mi corazón remoto,
nativo de las costas de fuertes marejadas
donde ligero salta el rey de los pingüinos.[/b]

Todo un cúmulo imparable de atrevidas metáforas e imágenes desbordadas de aciertos. Al ir leyendo iba pintando en mi imaginación un cuadro de colores moviéndose por el lienzo, viajando y volviendo sobre sí como en una creación de kandinsky o de Muntz. Enhorabuena por tantos y tan buenos hallazgos. ¡Esto pide una copa de godello bien acompañada de percebes! ¡Salud!

E. R. Aristy escribió: