Editorial Alaire

Ahora comprendo que, una vez, vi la calavera.
Entre las rocas, la testuz de las rocas, casi un naufragio,
vi la calavera. Yo tenía un amigo de piel extraña,
sus colmillos reían, nunca blancos, alegres
como el viento que agita los páramos.
La edad es así, elige sus castillos de aire,
invita a las brujas de la candidez, escucha, sin querer,
el murmullo del silbo que la serpiente arroja.
Escribí un diario de letras azules donde nada era yo,
en él los espectros campaban libres entre la locura y el dolor,
entre los días y la muerte de los días. Vi en los lugares perdidos
de una carpeta escolar los símbolos de la lujuria, quise-por cobardía-
cubrirlos de besos que lloraran ante las faldas abiertas.
Jamás entendí el estupor de los ojos neutros, cuando se aproxima el misterio
fingen como pájaros ausentes, toman el café en los bares
sin luz, se excitan con la anécdota de un lugar
poblado de trenes que se alejan, alejan. Ya sé que la nieve
no crece en la raíz del amor, son islas los episodios compartidos
que añoran su vergel y los minutos del tiempo varado.
Escribo este poema que se inmola como una llama de hielo,
subir o bajar, regresar u olvidar son nubes que cruzan
el espacio invisible de los átomos. Veo en el cielo las perseidas,
en mi vientre el ínfimo alud, el efluvio estéril de los años baldíos.

Lees y relees como hipnotizada de imágenes. Un poema que no deja la calidad y belleza en cada verso. Felicidades por este hermoso poema.
Abrazos
Pilar

Ramón,

un placer como siempre pasar por tus letras, amigo, plenas de imágenes y metáforas bellas y arriesgadas. Noto un acercamiento a la vía Gabureanu en este poema, me gusta mucho.

Un abrazo.

Ramón Carballal escribió:Ahora comprendo que, una vez, vi la calavera.
Entre las rocas, la testuz de las rocas, casi un naufragio,
vi la calavera. Yo tenía un amigo de piel extraña,
sus colmillos reían, nunca blancos, alegres
como el viento que agita los páramos.
La edad es así, elige sus castillos de aire,
invita a las brujas de la candidez, escucha, sin querer,
el murmullo del silbo que la serpiente arroja.
Escribí un diario de letras azules donde nada era yo,
en él los espectros campaban libres entre la locura y el dolor,
entre los días y la muerte de los días. Vi en los lugares perdidos
de una carpeta escolar los símbolos de la lujuria, quise-por cobardía-
cubrirlos de besos que lloraran ante las faldas abiertas.
Jamás entendí el estupor de los ojos neutros, cuando se aproxima el misterio
fingen como pájaros ausentes, toman el café en los bares
sin luz, se excitan con la anécdota de un lugar
poblado de trenes que se alejan, alejan. Ya sé que la nieve
no crece en la raíz del amor, son islas los episodios compartidos
que añoran su vergel y los minutos del tiempo varado.
Escribo este poema que se inmola como una llama de hielo,
subir o bajar, regresar u olvidar son nubes que cruzan
el espacio invisible de los átomos. Veo en el cielo las perseidas,
en mi vientre el ínfimo alud, el efluvio estéril de los años baldíos.

Ricas imagenes, Ramón. Un placer volver a leerte.

Pilar Morte escribió:Lees y relees como hipnotizada de imágenes. Un poema que no deja la calidad y belleza en cada verso. Felicidades por este hermoso poema.
Abrazos
Pilar

Gracias, Pilar, eres muy generosa. Un fuerte abrazo.

Pablo Ibáñez escribió:Ramón,

un placer como siempre pasar por tus letras, amigo, plenas de imágenes y metáforas bellas y arriesgadas. Noto un acercamiento a la vía Gabureanu en este poema, me gusta mucho.

Un abrazo.

Bueno, Pablo, creo que la vía Gabureanu ya estaba inventada hace mucho tiempo...No suelo fijarme en otros autores al escribir aunque de los mejores, como Marius, siempre queda algo. Son muchos años ya escribiendo y sobre todo mis primeros poemas allá por el 2.006 y siguientes eran muy próximos a este estilo, quizá simplemente esté volviendo a los orígenes,para bien o para mal. Gracias por la lectura y el amable comentario. Un abrazo.

Siempre colmado de intensidad y sensibilidad querido amigo...lo dicho... vibrante y conmovedor...
Aquí o allá...muy bello leerte siempre...
Te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

E. R. Aristy escribió:

Ramón Carballal escribió:Ahora comprendo que, una vez, vi la calavera.
Entre las rocas, la testuz de las rocas, casi un naufragio,
vi la calavera. Yo tenía un amigo de piel extraña,
sus colmillos reían, nunca blancos, alegres
como el viento que agita los páramos.
La edad es así, elige sus castillos de aire,
invita a las brujas de la candidez, escucha, sin querer,
el murmullo del silbo que la serpiente arroja.
Escribí un diario de letras azules donde nada era yo,
en él los espectros campaban libres entre la locura y el dolor,
entre los días y la muerte de los días. Vi en los lugares perdidos
de una carpeta escolar los símbolos de la lujuria, quise-por cobardía-
cubrirlos de besos que lloraran ante las faldas abiertas.
Jamás entendí el estupor de los ojos neutros, cuando se aproxima el misterio
fingen como pájaros ausentes, toman el café en los bares
sin luz, se excitan con la anécdota de un lugar
poblado de trenes que se alejan, alejan. Ya sé que la nieve
no crece en la raíz del amor, son islas los episodios compartidos
que añoran su vergel y los minutos del tiempo varado.
Escribo este poema que se inmola como una llama de hielo,
subir o bajar, regresar u olvidar son nubes que cruzan
el espacio invisible de los átomos. Veo en el cielo las perseidas,
en mi vientre el ínfimo alud, el efluvio estéril de los años baldíos.

Ricas imagenes, Ramón. Un placer volver a leerte.

Gracias, ERA, por leer y comentar. Un abrazo.

Lunamar Solano escribió:Siempre colmado de intensidad y sensibilidad querido amigo...lo dicho... vibrante y conmovedor...
Aquí o allá...muy bello leerte siempre...
Te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Gracias, Nancy, por tu siempre exquisita amabilidad. Un abrazo.

Tan bello como interesante trabajo, amigo Ramón.
Abrazos.

Rafel Calle escribió:Tan bello como interesante trabajo, amigo Ramón.
Abrazos.

Gracias,Rafel. Un abrazo.

Ramón Carballal escribió:Ahora comprendo que, una vez, vi la calavera.
Entre las rocas, la testuz de las rocas, casi un naufragio,
vi la calavera. Yo tenía un amigo de piel extraña,
sus colmillos reían, nunca blancos, alegres
como el viento que agita los páramos.
La edad es así, elige sus castillos de aire,
invita a las brujas de la candidez, escucha, sin querer,
el murmullo del silbo que la serpiente arroja.
Escribí un diario de letras azules donde nada era yo,
en él los espectros campaban libres entre la locura y el dolor,
entre los días y la muerte de los días. Vi en los lugares perdidos
de una carpeta escolar los símbolos de la lujuria, quise-por cobardía-
cubrirlos de besos que lloraran ante las faldas abiertas.
Jamás entendí el estupor de los ojos neutros, cuando se aproxima el misterio
fingen como pájaros ausentes, toman el café en los bares
sin luz, se excitan con la anécdota de un lugar
poblado de trenes que se alejan, alejan. Ya sé que la nieve
no crece en la raíz del amor, son islas los episodios compartidos
que añoran su vergel y los minutos del tiempo varado.
Escribo este poema que se inmola como una llama de hielo,
subir o bajar, regresar u olvidar son nubes que cruzan
el espacio invisible de los átomos. Veo en el cielo las perseidas,
en mi vientre el ínfimo alud, el efluvio estéril de los años baldíos.

Me gusta mucho la forma que tienes de escribir, estimado amigo, Ramón... emocionas en cada poema. Muchas gracias, por compartir.
Un abrazo.
BEGOÑA.