No hagas ruido, mi amor
Publicado: Dom, 05 May 2019 12:08
Estoy nerviosa. Me acaban de hacer una pregunta incómoda y no sé cómo responderla:
—Entonces, ¿cómo consigues amar si no sabes la fórmula exacta?
Lentamente examino la sala, todos me miran con cara de expectación. Comienzo a hablar, poco a poco las palabras se agolpan en mi boca y salen con fluidez una tras otra. Puedo observar sus caras de interés, de curiosidad.
Contenta, miro a mi derecha y veo la cara de mi hijo. Sus ojos me envían un mensaje lleno de orgullo: "mira que bien habla mamá". Es en ese preciso momento cuando encuentro el motivo para...
<Zas>, un golpe, a alguien se le ha caído la carpeta; <zas>, otra vez, me giro pero no encuentro de donde viene el ruido. De repente emerjo del sueño para abrir los ojos en la oscuridad, <zas>.
—¿Qué ruido es ese, amor? Con lo a gusto que estaba dormidita.
—Lo siento, es que se me ha olvidado el cinturón —dice ella mientras lo busca en la oscuridad del armario.
—No pasa nada, que tengas un buen día.
Vuelvo a cerrar los ojos. Mi única ambición, en estos momentos, es saber que narices llevaba la dichosa formulita. Imagino la sala de conferencias, veo al grupo de gente pero ya no distingo sus caras; intento con fuerza volver a entrar en el sueño. <Clic>, otro golpecito; esta vez es la valla protectora de la escalera.
Miro el despertador: las siete menos cuarto, aún me queda un rato antes de levantarme. Cambio de postura e intento concentrarme en dormir, pero un cúmulo de sonidos amenazan con impedírmelo.
Decido recorrer mentalmente todos y cada uno de los pasos que ella va dando. Suavemente toca la llave de la luz y enciende la tele, casi sin volumen. Lo sé por el sonido que hace al conectarse <pluf>. Pero no la ve ni la oye. Ahora entra en el baño, <pac>, ruidito de la puerta.
—Venga date prisa que me quiero volver a dormir —digo con voz melosa para indicar todo lo contrario, ahora me apetece un poco de desmadre sensual. Ni caso, ella a lo suyo.
<Shiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii>: desodorante; "¡anda que no se echa cantidad la niña!
—¡Para! Que lo vas a gastar y ven a darme un besito —Nunca entenderé por qué cambiamos el tono de voz cuando queremos sexo. ¿No suena un poco falso?
Por fin un rato de silencio; se estará vistiendo. Cierro los ojos nuevamente, la verdad es que me suelo dormir rápido. Pero hoy... <Pum>, acaba de cerrar la puerta de la cocina. Menudo golpe.
—Haz menos ruido —me decía hace unos meses cuando era yo la primera en irme a trabajar—, cualquier día vas a despertar al niño y hasta a los vecinos.
¡No te fastidia! ¿Y ella qué?
<Pim>, ahora el microondas: <Pi. Pi. Pi>, "madre mía, ¿cuántas veces se lo tengo que explicar?, en cuanto quede un segundo abres la tapa y así no suena. Pues nada, con lo bien que se calentaba la leche en el cazo de toda la vida, ¡maldito aparato!".
<Pram-pam>, abre la puerta para ir a desayunar al comedor. ¡Esa puerta!
—Cierra el comedor con más cuidado que hace mucho ruido y a ver si la arreglas guapita —me decía hace un mes—. Yo, para que no suene, sujeto la manilla con fuerza y presiono hasta abajo; luego empujo la puerta y no suena ni la mitad, podrías hacer lo mismo.
¡Qué buena es mi amor dando consejos!
<Shuuuuuuuuuuuuuuuuuuu>, el secador.
—He pensado lavarme el pelo por la mañana, así lo llevo mejor a trabajar. ¿Qué te parece?, ¿Se despertará el niño?
—No, cariño —le dije yo como una boba.
Y una leche, seguro que empieza a llorar y entonces sí que no duermo. Ya ha parado. La verdad es que tarda muy poco, aunque pone el secador a todo lo que da y un día se va a quemar el pelo. Ahora se estará echando la crema en la cara, con la cinta morada en la cabeza (todos los santos días se aplasta el pelo). Si es que lo haces mal, mi amor. "Qué pelos llevo", me dice mosqueada, el milagro sería que te quedara bien.
Suena el grifo <ggggggggggggg>, "¡Di que sí!", un chorro bien fuerte. Y encima caliente, que la caldera acaba de hacer <GGGGGGGGGGGclum>. Se lava las manos y los dientes, cierra el grifo, ahora el colutorio, abre grifo, cierra grifo.
—¿Por qué no llevas el cepillo eléctrico al baño de abajo y lo usas por la mañana? —le dije el otro día. Se hizo la sorda.
Miro el reloj: siete y diez. Con tanto ruidito se me fueron las ganas de un buen orgasmo por la ventana. Voy a bajar y se me escapa la valla <clic>
Estoy medio dormida, ella entra corriendo al comedor, sale al pasillo, abre el armario de la entrada <jasssss>.
—De hoy no pasa que compre tres en uno. Esta puerta abre mal —me dice tan tranquila.
Coge un bolso, se le cae otro.
—¡Mierda, si es que lo tengo apelotonado! Este fin de semana lo ordeno.
"Sí, sí", pienso yo mientras hago un pis. Eso lo he oído hace un año, más o menos.
—¿Qué cazadora me pongo? —Entra en el váter y eso que sabe que no puedo orinar si me están mirando—. Vamos, dímelo, que tengo prisa y no quiero llegar tarde.
<Chisssss>, tiro de la cadena con cara de pocos amigos.
—La blanca de cuero.
—¿Tú crees? ¿Seguro? Como llevo los zapatos marrones que compramos en "la Comedia". ¿Te acuerdas cómo llovía ese día?
—Sí que lo recuerdo, sí —Una sonrisa llena de caricias se asoma a mi cara con el recuerdo—. Pues ponte la parca marrón.
—Bueno, me llevo todo al coche y ya decidiré por el camino.
Entro en la cocina y, voy a cerrar la puerta para no hacer ruido con la máquina de café.
—Espera, no cierres aún. Ponme el pañuelo que no tengo manos. Y si tienes un beso también me lo llevo puesto.
Por fin se va y con mi taza humeante en la mano comienzo a recordar mi conferencia. Creo que versaba sobre los ruiditos matinales. ¿Será la superación de ellos el motivo principal para que una convivencia, llena de amor, sea saludable?
—Entonces, ¿cómo consigues amar si no sabes la fórmula exacta?
Lentamente examino la sala, todos me miran con cara de expectación. Comienzo a hablar, poco a poco las palabras se agolpan en mi boca y salen con fluidez una tras otra. Puedo observar sus caras de interés, de curiosidad.
Contenta, miro a mi derecha y veo la cara de mi hijo. Sus ojos me envían un mensaje lleno de orgullo: "mira que bien habla mamá". Es en ese preciso momento cuando encuentro el motivo para...
<Zas>, un golpe, a alguien se le ha caído la carpeta; <zas>, otra vez, me giro pero no encuentro de donde viene el ruido. De repente emerjo del sueño para abrir los ojos en la oscuridad, <zas>.
—¿Qué ruido es ese, amor? Con lo a gusto que estaba dormidita.
—Lo siento, es que se me ha olvidado el cinturón —dice ella mientras lo busca en la oscuridad del armario.
—No pasa nada, que tengas un buen día.
Vuelvo a cerrar los ojos. Mi única ambición, en estos momentos, es saber que narices llevaba la dichosa formulita. Imagino la sala de conferencias, veo al grupo de gente pero ya no distingo sus caras; intento con fuerza volver a entrar en el sueño. <Clic>, otro golpecito; esta vez es la valla protectora de la escalera.
Miro el despertador: las siete menos cuarto, aún me queda un rato antes de levantarme. Cambio de postura e intento concentrarme en dormir, pero un cúmulo de sonidos amenazan con impedírmelo.
Decido recorrer mentalmente todos y cada uno de los pasos que ella va dando. Suavemente toca la llave de la luz y enciende la tele, casi sin volumen. Lo sé por el sonido que hace al conectarse <pluf>. Pero no la ve ni la oye. Ahora entra en el baño, <pac>, ruidito de la puerta.
—Venga date prisa que me quiero volver a dormir —digo con voz melosa para indicar todo lo contrario, ahora me apetece un poco de desmadre sensual. Ni caso, ella a lo suyo.
<Shiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii>: desodorante; "¡anda que no se echa cantidad la niña!
—¡Para! Que lo vas a gastar y ven a darme un besito —Nunca entenderé por qué cambiamos el tono de voz cuando queremos sexo. ¿No suena un poco falso?
Por fin un rato de silencio; se estará vistiendo. Cierro los ojos nuevamente, la verdad es que me suelo dormir rápido. Pero hoy... <Pum>, acaba de cerrar la puerta de la cocina. Menudo golpe.
—Haz menos ruido —me decía hace unos meses cuando era yo la primera en irme a trabajar—, cualquier día vas a despertar al niño y hasta a los vecinos.
¡No te fastidia! ¿Y ella qué?
<Pim>, ahora el microondas: <Pi. Pi. Pi>, "madre mía, ¿cuántas veces se lo tengo que explicar?, en cuanto quede un segundo abres la tapa y así no suena. Pues nada, con lo bien que se calentaba la leche en el cazo de toda la vida, ¡maldito aparato!".
<Pram-pam>, abre la puerta para ir a desayunar al comedor. ¡Esa puerta!
—Cierra el comedor con más cuidado que hace mucho ruido y a ver si la arreglas guapita —me decía hace un mes—. Yo, para que no suene, sujeto la manilla con fuerza y presiono hasta abajo; luego empujo la puerta y no suena ni la mitad, podrías hacer lo mismo.
¡Qué buena es mi amor dando consejos!
<Shuuuuuuuuuuuuuuuuuuu>, el secador.
—He pensado lavarme el pelo por la mañana, así lo llevo mejor a trabajar. ¿Qué te parece?, ¿Se despertará el niño?
—No, cariño —le dije yo como una boba.
Y una leche, seguro que empieza a llorar y entonces sí que no duermo. Ya ha parado. La verdad es que tarda muy poco, aunque pone el secador a todo lo que da y un día se va a quemar el pelo. Ahora se estará echando la crema en la cara, con la cinta morada en la cabeza (todos los santos días se aplasta el pelo). Si es que lo haces mal, mi amor. "Qué pelos llevo", me dice mosqueada, el milagro sería que te quedara bien.
Suena el grifo <ggggggggggggg>, "¡Di que sí!", un chorro bien fuerte. Y encima caliente, que la caldera acaba de hacer <GGGGGGGGGGGclum>. Se lava las manos y los dientes, cierra el grifo, ahora el colutorio, abre grifo, cierra grifo.
—¿Por qué no llevas el cepillo eléctrico al baño de abajo y lo usas por la mañana? —le dije el otro día. Se hizo la sorda.
Miro el reloj: siete y diez. Con tanto ruidito se me fueron las ganas de un buen orgasmo por la ventana. Voy a bajar y se me escapa la valla <clic>
Estoy medio dormida, ella entra corriendo al comedor, sale al pasillo, abre el armario de la entrada <jasssss>.
—De hoy no pasa que compre tres en uno. Esta puerta abre mal —me dice tan tranquila.
Coge un bolso, se le cae otro.
—¡Mierda, si es que lo tengo apelotonado! Este fin de semana lo ordeno.
"Sí, sí", pienso yo mientras hago un pis. Eso lo he oído hace un año, más o menos.
—¿Qué cazadora me pongo? —Entra en el váter y eso que sabe que no puedo orinar si me están mirando—. Vamos, dímelo, que tengo prisa y no quiero llegar tarde.
<Chisssss>, tiro de la cadena con cara de pocos amigos.
—La blanca de cuero.
—¿Tú crees? ¿Seguro? Como llevo los zapatos marrones que compramos en "la Comedia". ¿Te acuerdas cómo llovía ese día?
—Sí que lo recuerdo, sí —Una sonrisa llena de caricias se asoma a mi cara con el recuerdo—. Pues ponte la parca marrón.
—Bueno, me llevo todo al coche y ya decidiré por el camino.
Entro en la cocina y, voy a cerrar la puerta para no hacer ruido con la máquina de café.
—Espera, no cierres aún. Ponme el pañuelo que no tengo manos. Y si tienes un beso también me lo llevo puesto.
Por fin se va y con mi taza humeante en la mano comienzo a recordar mi conferencia. Creo que versaba sobre los ruiditos matinales. ¿Será la superación de ellos el motivo principal para que una convivencia, llena de amor, sea saludable?