evitando la fría procesión hasta la tumba,
dejando a los muertos solos en el coche.
Es Junio y estoy cansada de mi entereza.
Nos dirigimos al Cabo, y me animo a mí misma
cuando el sol se desvanece en el azul
y el mar se balancea como una cancela de hierro
y nos emocionamos. Muere la gente en otros lugares.
El viento, querido, cae como guijarros
de las blancas aguas y cuando nos turbamos
lo hacemos plenamente. Nadie está solo.
Los hombres matan por esto o cosas parecidas.
En cuanto a los muertos... viven descalzos
en los barcos de piedra
porque ellos son más pétreos que el mar al detenerse.
No quieren que les bendigan
la garganta, los ojos, los tendones...