Un simple día
Publicado: Jue, 18 Abr 2019 18:15
Acaso fuera algo anodino y destemplado,
una lluvia de Abril con cielo plomizo
o un deseo profundo de mirar y ser visto.
A lo mejor fueran manchas atolondradas,
con aire apuesto y encarnado,
que se diluían en algún sorbo con mal propósito
o en una puesta de sol allá en el infinito.
A veces leo en los periódicos noticias tristes,
otras melancólicas y algunas, las menos, brillantes.
Es como repasar una enciclopedia de historia,
una denuncia archivada
o esos recuerdos que se estancan
y nunca desaparecen de la memoria.
Probablemente sea frío como un insulto inesperado,
una muerte no anunciada
o un adiós indefinido.
Es de esos momentos que no sabemos a qué jugar,
donde la mente cobra un vacío inusual.
Esos momentos donde reviso con los ojos
en qué lugar estoy,
dónde me encuentro,
cuál es el sitio que me corresponde
y qué escalafón ocupo.
Es frustrante,
y la verdad, si lo supiera, si lo entendiera,
podría poner coto a esta niebla que me ahoga,
a esa sensación de agobio que me envuelve,
a aquellos escalones tortuosos
y cada vez más pronunciados,
a tantos y tantos enemigos de mi aislamiento.
Quizás, tal vez, ya agoté el cupo
y a mi reloj se le consumió el tiempo.
La vida es como un vulgar y simple día,
felino y lozano en su origen,
torpe, oscuro y cansado en su adiós.
Y aún con dificultad, todavía respiro…
una lluvia de Abril con cielo plomizo
o un deseo profundo de mirar y ser visto.
A lo mejor fueran manchas atolondradas,
con aire apuesto y encarnado,
que se diluían en algún sorbo con mal propósito
o en una puesta de sol allá en el infinito.
A veces leo en los periódicos noticias tristes,
otras melancólicas y algunas, las menos, brillantes.
Es como repasar una enciclopedia de historia,
una denuncia archivada
o esos recuerdos que se estancan
y nunca desaparecen de la memoria.
Probablemente sea frío como un insulto inesperado,
una muerte no anunciada
o un adiós indefinido.
Es de esos momentos que no sabemos a qué jugar,
donde la mente cobra un vacío inusual.
Esos momentos donde reviso con los ojos
en qué lugar estoy,
dónde me encuentro,
cuál es el sitio que me corresponde
y qué escalafón ocupo.
Es frustrante,
y la verdad, si lo supiera, si lo entendiera,
podría poner coto a esta niebla que me ahoga,
a esa sensación de agobio que me envuelve,
a aquellos escalones tortuosos
y cada vez más pronunciados,
a tantos y tantos enemigos de mi aislamiento.
Quizás, tal vez, ya agoté el cupo
y a mi reloj se le consumió el tiempo.
La vida es como un vulgar y simple día,
felino y lozano en su origen,
torpe, oscuro y cansado en su adiós.
Y aún con dificultad, todavía respiro…