Editorial Alaire

Ya no huele a papel
solo se percibe un zumbido que ventila al teclado
pero el vértigo es el mismo.

Desde el cenicero
salen los gendarmes del silencio a la caza de prófugas volutas
predilecto refugio de olvidos y versos nunca escritos.

Nada suscita una pregunta inquietante.
Un bostezo insolente ocupa el escaño de los escalofríos
mientras el hastío contempla la fosa común de las ocurrencias.

Extraño el sonido del pliego desgastando al grafito
el teclado está frío de tanto zumbido
hoy no hay vértigo ni abismo.

En ese cenicero quemabámos vidas.

Recuerdo cuando fumaba, siempre me resultó muy desagradable ese olor, muchas colillas llenas y cenizas, a veces del día anterior. Hace tiempo que no fumo.

Igual mis pulmones están mejor, pero ese placer de encender un cigarro en el jardín después de un café, es casi insuperable.

Un saludo. Siento haberme ido por las ramas. Pero es lo mío, de rama en rama como los monos y tiro porque me toca.

Los tiempos cambian a gran velocidad, y hay que seguir en el tren de las tecnologías aunque la nostalgia de lo ido nos
haga recordar. Si, el cenicero lleno cuando fumar estaba permitido. Me gustó leerte.
Besos
Pilar

Tan bello como interesante trabajo, amigo Arturo.
Abrazos.

Ni el papel, ni las teclas de la máquina de escribir o el sonido del rodillo al hacer avanzar el folio, ni las cartas al correo... ni el tabaco ahumando las estancias, nos acompañan; este último debería haber sido el primero en irse. No lo echo de menos. Pero de entre los impulsos eléctricos de la computadora, de su pantalla blanca o del color que se quiera, de entre los dedos sobre el teclado digital y desde el alma, seguirán brotando versos. Mi abrazo.
Salud.