El devenir de un ronroneo
Publicado: Mar, 26 Ago 2008 9:41
Podría buscar cobijo
En la sala de espera de un hospital
Y soplar sobre los rostros rotos
Que revolotean las camas de los lisiados
Podría meterme el dedo en la nariz
Si un niño me pide
Que le ate los zapatos
En la puerta de un colegio
Podría persuadir a un anciano
Hasta saquearle todas las fotos
De los apóstoles que guarda
Bajo la cama de la residencia
Podría patentar de fondo de escritorio
El último aliento de un excombatiente
Podría salir a la calle
Y bordear las aceras
Hasta sacar la pistola
Y echar agua a los que nadan de espalda
Podría tatuarme los nudillos
Esperando la llamada
de aquéllos que me decepcionaron
Podría pasarme horas
Siguiendo la hilera de hormigas
Que transitan por mis fotos de infancia
Podría visitar la tumba de mi abuelo
Y preguntárle a la lápida
A dónde fue su cabeza
Con sabor a vino
A dónde sus besos
El apretón sudado
La gorra de los domingos
Podría quedarme esperando
A ser envuelta lenta y agónicamente
Por la tela de esa gigantesca araña
Precipitaría mi devenir
Empujaría a las fauces mi deseado cobijo
Y jugaría a los dardos con los muertos
Y trazaría planos desde el cosmos
Y dónde iría el roce carnal
Las cataratas del devenir de una mano
Enroscada en otra
Y dónde irían las gaviotas
Las sensaciones transitando por la pátria de la piel
El chapuzón de besos salados
Las heridas que confluyen
Y abren la puerta a los atardeceres
Y dónde irían las ascensiones
A los picos más altos
El fogonazo de esas visiones desde la cima
A qué container irían las visiones futuras
Quién daría testimonio
Quién recogería su flujo
No es tiempo de huir
No voy a dinamitar mi pasado
Para luego regurgitar
Voy a llevarlo conmigo
Abriéndome paso
Aunque sea a puñetazos
Entre los hospitales
Las escuelas
Los cementerios
Trazando pisadas
Instaurando huellas
Levantando tabiques
Abriendo y cerrando puertas
Ése ronroneo abrirá paso
En la sala de espera de un hospital
Y soplar sobre los rostros rotos
Que revolotean las camas de los lisiados
Podría meterme el dedo en la nariz
Si un niño me pide
Que le ate los zapatos
En la puerta de un colegio
Podría persuadir a un anciano
Hasta saquearle todas las fotos
De los apóstoles que guarda
Bajo la cama de la residencia
Podría patentar de fondo de escritorio
El último aliento de un excombatiente
Podría salir a la calle
Y bordear las aceras
Hasta sacar la pistola
Y echar agua a los que nadan de espalda
Podría tatuarme los nudillos
Esperando la llamada
de aquéllos que me decepcionaron
Podría pasarme horas
Siguiendo la hilera de hormigas
Que transitan por mis fotos de infancia
Podría visitar la tumba de mi abuelo
Y preguntárle a la lápida
A dónde fue su cabeza
Con sabor a vino
A dónde sus besos
El apretón sudado
La gorra de los domingos
Podría quedarme esperando
A ser envuelta lenta y agónicamente
Por la tela de esa gigantesca araña
Precipitaría mi devenir
Empujaría a las fauces mi deseado cobijo
Y jugaría a los dardos con los muertos
Y trazaría planos desde el cosmos
Y dónde iría el roce carnal
Las cataratas del devenir de una mano
Enroscada en otra
Y dónde irían las gaviotas
Las sensaciones transitando por la pátria de la piel
El chapuzón de besos salados
Las heridas que confluyen
Y abren la puerta a los atardeceres
Y dónde irían las ascensiones
A los picos más altos
El fogonazo de esas visiones desde la cima
A qué container irían las visiones futuras
Quién daría testimonio
Quién recogería su flujo
No es tiempo de huir
No voy a dinamitar mi pasado
Para luego regurgitar
Voy a llevarlo conmigo
Abriéndome paso
Aunque sea a puñetazos
Entre los hospitales
Las escuelas
Los cementerios
Trazando pisadas
Instaurando huellas
Levantando tabiques
Abriendo y cerrando puertas
Ése ronroneo abrirá paso