Editorial Alaire

La mirada de espejos en la tarde quebrada por suspiros desnudos en la huida de azabache. Pasadizos azules en la ciudad abierta a los desvelos. Suburbios instalados en la noche. Caminos tras un muro, por el bosquecillo consagrado. Un trastero perdido entre las casas con la emoción del viento. Ropa sobre la hierba. Dentro duermen las bolsas, bicicletas, ánforas y cacharros obsoletos. Los cuadros, el jergón, el brillo mortecino de las callejuelas escondidas. La belleza de lienzos de otra época. Matices en la sombra de una bienvenida solitaria. Tus ojos en mis ojos. Tus manos en mis manos. Un adiós castigado a ser de piedra. Un hola sumergido en la neblina. Sobre el suelo mi roce por tu piel. Las horas detenidas en un reloj de arena casi igual que el resorte de los astros. Una imagen de estatua. El instinto ataviado con la lluvia. Abrazos condenados a ser bruma. Como todo en la vida del letargo un pasaje ya lúdico atravesando
cúmulos de palabras dispersas en la niebla. Libertad de oraciones contenidas sobre un desierto azul y sin sorpresas. Humo quemando el alba. Crepúsculo rojizo de pasiones. El eterno retorno de las cosas en archivos de heridas ya curadas. Resistencia en la agenda de las horas... como desde otra luz...


Ana Muela Sopeña

Parece que has superado el duelo, y lo muestras con hermosos versos de imágenes logradas. Me gustó.
Abrazos
Pilar

Gracias, Pilar, me alegra que el poema te haya gustado.

Un beso
Ana

Muy hermoso y colmado de sensibilidad ese retrato vívido de los instantes que marcaron el alma...
Un gusto leerte querida amiga...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Desde otra luz, desde otra perspectiva, varía la percepción del mundo, de los acontecimientos, y lo vivido parece adquirir una dimensión distinta.
Un poema muy logrado en fondo y forma. Me ha gustado mucho, Ana.

Abrazos.

Ana Muela Sopeña escribió:La mirada de espejos en la tarde quebrada por suspiros desnudos en la huida de azabache. Pasadizos azules en la ciudad abierta a los desvelos. Suburbios instalados en la noche. Caminos tras un muro, por el bosquecillo consagrado. Un trastero perdido entre las casas con la emoción del viento. Ropa sobre la hierba. Dentro duermen las bolsas, bicicletas, ánforas y cacharros obsoletos. Los cuadros, el jergón, el brillo mortecino de las callejuelas escondidas. La belleza de lienzos de otra época. Matices en la sombra de una bienvenida solitaria. Tus ojos en mis ojos. Tus manos en mis manos. Un adiós castigado a ser de piedra. Un hola sumergido en la neblina. Sobre el suelo mi roce por tu piel. Las horas detenidas en un reloj de arena casi igual que el resorte de los astros. Una imagen de estatua. El instinto ataviado con la lluvia. Abrazos condenados a ser bruma. Como todo en la vida del letargo un pasaje ya lúdico atravesando
cúmulos de palabras dispersas en la niebla. Libertad de oraciones contenidas sobre un desierto azul y sin sorpresas. Humo quemando el alba. Crepúsculo rojizo de pasiones. El eterno retorno de las cosas en archivos de heridas ya curadas. Resistencia en la agenda de las horas... como desde otra luz...


Ana Muela Sopeña

Todo está intacto, la herida recuerda el dolor, pero es su curso sanar si no es una punzada mortal, y sana, aun con el recuerdo del dolor. La voz poética logra hacer arte de la cura, de la herida, del dolor. Ahora queda la diáfana creación de un nuevo día. Inspirador poema, Ana. Abrazos, ERA

Agradezco, Nancy, tus palabras:

Un fuerte abrazo
Ana

Gracias por tus palabras efusivas, Rosa.

Un fuerte abrazo
Ana

Me ha gustado el poema. El lirismo se derrama sobre la prosa y el texto se vuelve poesía. Conmueve ese mundo casi onírico que se abre ante nuestros ojos; mundo que, no obstante, es pura realidad, como una herida que duele más allá de haber cicatrizado. Aplaudo tu trabajo.

Un abrazo con cariño.
Óscar

Gracias, Era, por venir:

Un beso enorme
Ana

Muchas gracias, Óscar, por tus palabras positivas.

Un beso enorme
Ana