Editorial Alaire

Es necesaria una pena
de aquellas que todo arrasan,
que no perdonan cabellos
ni escapan de la palabra,
las mismas que, por tortuosas,
se acaban volviendo santas.
Entre que palpo el silencio
no escucho la voz del alba
ni siento correr la sangre
de la esperanza cegada,
no escucho de entre la tierra
los himnos de la hojarasca
y sé que me falta el pulso
de la nostalgia más larga.
Sentir que la carne tiembla,
que se desliza y se apaga,
que se desvela soñando
en un murmullo de ramas,
sin que le llegue el consuelo
más que entre cama de brasas.
¡La pena, lo sé, la pena
en cuanto llega devasta
y lo que deja es sollozo
y espinas en la garganta!
Pero también es la viga
de lo que late, de cada
sustancia de amor piadoso,
de cada sueño que escala
esa pared inefable
techada por la esperanza.

Alberto Madariaga
2018.

Alberto Madariaga escribió:Es necesaria una pena
de aquellas que todo arrasan,
que no perdonan cabellos
ni escapan de la palabra,
las mismas que, por tortuosas,
se acaban volviendo santas.
Entre que palpo el silencio
no escucho la voz del alba
ni siento correr la sangre
de la esperanza cegada,
no escucho de entre la tierra
los himnos de la hojarasca
y sé que me falta el pulso
de la nostalgia más larga.
Sentir que la carne tiembla,
que se desliza y se apaga,
que se desvela soñando
en un murmullo de ramas,
sin que le llegue el consuelo
más que entre cama de brasas.
¡La pena, lo sé, la pena
en cuanto llega devasta
y lo que deja es sollozo
y espinas en la garganta!
Pero también es la viga
de lo que late, de cada
sustancia de amor piadoso,
de cada sueño que escala
esa pared inefable
techada por la esperanza.

Alberto Madariaga
2018.

De pie para la ovación, Alberto; sin fisuras y de una belleza poderosa.

Un abrazo, joven y valioso poeta.

Sensibles y melodiosos versos que van regando lágrimas y esperanzado silencio...
Un gusto leerte amigo...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Bello romance, Alberto. Saludos.

Alberto Madariaga escribió:Es necesaria una pena
de aquellas que todo arrasan,
que no perdonan cabellos
ni escapan de la palabra,
las mismas que, por tortuosas,
se acaban volviendo santas.
Entre que palpo el silencio
no escucho la voz del alba
ni siento correr la sangre
de la esperanza cegada,
no escucho de entre la tierra
los himnos de la hojarasca
y sé que me falta el pulso
de la nostalgia más larga.
Sentir que la carne tiembla,
que se desliza y se apaga,
que se desvela soñando
en un murmullo de ramas,
sin que le llegue el consuelo
más que entre cama de brasas.
¡La pena, lo sé, la pena
en cuanto llega devasta
y lo que deja es sollozo
y espinas en la garganta!
Pero también es la viga
de lo que late, de cada
sustancia de amor piadoso,
de cada sueño que escala
esa pared inefable
techada por la esperanza.

Alberto Madariaga
2018.

Hermoso y sabio poema, Alberto. Un placer de lectura y pan de reflexión. Con ganas de seguir leyéndote. ERA

Alberto, me ha encantado el poema, su ritmo y todo lo que evoca. Mis abrazos.

Hermoso e interesante trabajo, amigo Alberto.
Abrazos.

La pena, la esperanza; y entre versos el sentir.
Me encantó el romance.
Un saludo.