sobre rascacielos y otras impunidades
Publicado: Mar, 29 Ene 2019 19:13
Hoy ha sido un día frágil.
Las piedras rechazaban mis manos,
no se dejaban colocar donde querría
para formar ese mozaico de pubertad del olvido.
Y es que me gano la vida así, amor,
creando grietas hermosas de todo,
la gente me dice qué modelo de piedra tengo que utilizar,
me informan de sus planes de futuro,
pero lo mío son grietas.
Hoy ha sido un día frágil.
Mientras estoy trabajando en un rascacielos
se me adelanta la noche en acariciar el perro
que, dócil, espera lamer mi sangre.
En la planta cuarenta y siete, el suicidio muestra sus ventanas blindadas
pero aún parece accesible,
no es por nada que esos pájaros
insisten en golpearlas
como si quisieran hacer de mi craneo su nido.
Estoy a salvo, amor, en la planta cuarenta y siete.
No voy a dejar que los pájaros me dañen el día.
Pero las piedras no quieren estar allí.
El olor a adhesivo me hace pensar que mi alma está pegada forzosamente al cuerpo.
Las piedras no quieren estar allí, te cuento
porque hay rascacielos de los que, mejor
los perros huyeran, porque nadie se atreve hacerse heridas,
hay rascacielos de los ya vacíos de sangre.
Las piedras rechazaban mis manos,
no se dejaban colocar donde querría
para formar ese mozaico de pubertad del olvido.
Y es que me gano la vida así, amor,
creando grietas hermosas de todo,
la gente me dice qué modelo de piedra tengo que utilizar,
me informan de sus planes de futuro,
pero lo mío son grietas.
Hoy ha sido un día frágil.
Mientras estoy trabajando en un rascacielos
se me adelanta la noche en acariciar el perro
que, dócil, espera lamer mi sangre.
En la planta cuarenta y siete, el suicidio muestra sus ventanas blindadas
pero aún parece accesible,
no es por nada que esos pájaros
insisten en golpearlas
como si quisieran hacer de mi craneo su nido.
Estoy a salvo, amor, en la planta cuarenta y siete.
No voy a dejar que los pájaros me dañen el día.
Pero las piedras no quieren estar allí.
El olor a adhesivo me hace pensar que mi alma está pegada forzosamente al cuerpo.
Las piedras no quieren estar allí, te cuento
porque hay rascacielos de los que, mejor
los perros huyeran, porque nadie se atreve hacerse heridas,
hay rascacielos de los ya vacíos de sangre.