¿dónde?
los cajones, somnolientos, bostezan intimidades
y mis bolsos juegan al Monopoly con los carmines.
El sinfín de pañuelos y foulares con que ajusto mis vaqueros,
yacen estupefactos alfombrando las cornisas del Puente de los Suspiros.
Pero… ¿dónde?...
¿dónde lo habré dejado?
He intentado un cierto orden deshojando las partes de mi cabeza:
el cerebro, cerebelo y hasta el bulbo raquídeo se oxigenan
rememorando a Caravaggio en la decapitación de Holofernes.
No hay duda, se ha evaporado en ebullición volcánica,
cada vez que oiga el pitido de la olla exprés, recordaré
el largo tren de los somorgujos que me aguardan impacientes.
Me reconforta pensar, Tiempo , que, posiblemente,
no te he dejado tirado en una cuneta,
que he bebido tus pasos
y las prisas
y los años.
Tiempo, vamos a darnos tregua pero sin pactos con Cronos.
Yo te dejo a tu albedrío y tú,
me conduces a Berna.

( Porque tú, Tiempo, pasas y pasas y pasas y no hay forma de archivarte. Seguir bebiéndote es la máxima que me prioriza. En Berna el tiempo fue magia)