El velatorio de los gatos

[Marius Gabureanu]

A veces no recuerdo haber puesto el despertador
y me sorprende su canción que nunca es aburridora,
abro los ojos por un instante en una avalancha de recuerdos
y sigo medio dormido en la cama sucia de un hombre sucio que desconozco
mientras el sol vence poco a poco las persianas
y ya mis sombras empiezan su tarea de arrojarse por la ventana,
algunas consiguen hacerlo y caen en sombras de gato y maldicen su suerte
porque una sombra de gato tiene potencia de ángel y es tan inmensa
que nunca se sabe si hubo gato o solamente está su sombra
esperando que de algún rincón aparezca maullando
otra sombra de gato menos veloz o un ángel arañando su cara a toda prisa
para volverse irreconocible frente a su sombra,
y entonces me quedo con pocas sombras a las que ordeno masturbarse
hasta que acaben su semen y mi alma todavía en dieta de oscuridad
pueda adelgazar y ocupar su silla en el tren de las almas delgadas
y así tener una vacación mi pobre alma en el ártico del olvido
donde se puede caer rendido en una cama de heridas
y disfrutar de no tener cuerpo así como disfruto ahora
mientras me pudro en esa habitación morbosamente blanca,
que ya comprendo por qué hay tantos huesos de gato alrededor,
mis sombras volvieron a casa a pie de gato moribundo
y yo, sobre una cama de huesos, intento convencer a los ángeles
que no jueguen baloncesto con la más inflada de las palabras
que gritan su inutilidad en mi pecho
y la arrojen en el hueco de mi niñez,
la palabra que se retuerce en tos de sangre,
mi última palabra, como un gato que da vueltas y vueltas
en el aire, en permanente caída, sin llegar a tocar suelo
mi palabra artísticamente destruida a cuatro patas en el oxígeno que respiro,
lo que nunca te pude decir, que ya no estaba cuando me encontraste
y tuve que seguir cayendo en el abismo de mi no estar
para acumular todas las formas de mi muerte,
que entre ellas, algunas siguen inventando mi cuerpo
y tienen argumentos para qué peluquero van a recortar
sus melenas de café amargo,
por eso yo a veces finjo no escuchar el despertador
y sigo muriendo de muertes con peluca.

[Pilar Morte]

Hay mucho sentimiento y algo que hace sufrir entre sombras y gatos. Me gustó leerte de nuevo.
Abrazos
Pilar

[Marius Gabureanu]

Muchas gracias por leerme, estimada amiga. Sí, algo que hace sufrir, entre sombras y gatos, como bien dices. Mis abrazos, Pilar.

[Lunamar Solano]

Vibrantes, frescos y sensibles parpadeos divulgan tus versos amigo...
Un gusto leerte...feliz 2019!
Te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

[E. R. Aristy]

A veces no recuerdo haber puesto el despertador
y me sorprende su canción que nunca es aburridora,
abro los ojos por un instante en una avalancha de recuerdos
y sigo medio dormido en la cama sucia de un hombre sucio que desconozco
mientras el sol vence poco a poco las persianas
y ya mis sombras empiezan su tarea de arrojarse por la ventana,
algunas consiguen hacerlo y caen en sombras de gato y maldicen su suerte
porque una sombra de gato tiene potencia de ángel y es tan inmensa
que nunca se sabe si hubo gato o solamente está su sombra
esperando que de algun rincón aparezca maullando
otra sombra de gato menos veloz o un ángel arañando su cara a toda prisa
para volverse irreconocible frente a su sombra,
y entonces me quedo con pocas sombras a las que ordeno masturbarse
hasta que se queden sin semen y mi alma todavía en dieta de oscuridad
pueda adelgazar y ocupar su silla en el tren de las almas delgadas
y así tener una vacación mi pobre alma en el ártico del olvido
donde se puede caer rendido en una cama de heridas
y disfrutar de no tener cuerpo así como disfruto ahora
mientras me pudro en esa habitación morbosamente blanca,
que ya comprendo por qué hay tantos huesos de gato alrededor,
mis sombras volvieron a casa a pie de gato moribundo
y yo, sobre una cama de huesos, intento convencer a los ángeles
que no jueguen baloncesto con la más inflada de las palabras
que gritan su inutilidad en mi pecho
y la arrojen en el hueco de mi niñez,
la palabra que se retuerce en tos de sangre,
mi última palabra, como un gato que da vueltas y vueltas
en el aire, en permanente caída, sin llegar a tocar suelo
mi palabra artisticamente destruida a cuatro patas en el oxígeno que respiro,
lo que nunca te pude decir, que ya no estaba cuando me encontraste
y tuve que seguir cayendo en el abismo de mi no estar
para acumular todas las formas de mi muerte,
que entre ellas, algunas siguen inventando mi cuerpo
y tienen argumentos a qué peluquero van a recortar
sus melenas de café amargo
por eso yo a veces finjo no escuchar el despertador
y sigo muriendo de muertes con peluca.

Me parece un poema muy interesante en varios niveles. El gato es símbolo de poder. Es un ninja que sobrevuela y cae siempre de pie. Es un poema de vida y de muertes. Que no se escape ese ángel en la inutilidad total. Me alegra volver a leerte, Marius, tu ingenio vanguardista me fascina. Abrazos, ERA

[Hallie Hernández Alfaro]

Es un poemazo de varias vidas, es una obra gigante. No exagero nada, amigo del alma.

Hay una brillantez con pelaje persa, hay una brillantez que muere de elegancia en un cuerpo invencible.

Sucia de pérdidas la cama florece; devela insomnios que han llegado más lejos que cualquier pájaro estelar.

Y la sombra como un relámpago de oro fricciona todas las oscuras realidades, las interviene y las salva.

Creo en el hombre bueno que hace hermosa la cama, que la clarifica desde un lugar magnético por ese ángel que vive en su costado.


Abrazo enorme, querido Marius.

[Marius Gabureanu]

Muchas gracias por leerme, Lunamar. Feliz 2019 para ti también. Abrazos.

[Marius Gabureanu]

E.R. A, muchas gracias por leerme. Me cuesta más y más escribir. Lo del gato que da vueltas y vueltas en el aire modificando la posición de su cuerpo en esa caída permanente, como intentando adivinar el momento exacto del impacto, que nunca llega, creo que define, desafortunadamente, muchos aspectos de mi vida y entonces llego a la conclusión que las siete vidas de un gato no sirven sino para seguir siendo gato, es un esfuerzo inútil. Muchos abrazos, estimada amiga.

[Marius Gabureanu]

Querida Hallie, muchas gracias por leerme y por tu huella generosa. Creo que se me nota la desesperación en ese poema y el intento de salir del pozo de silencio donde me he metido a propia voluntad. De momento estoy allí, dando vueltas y vueltas, sin descubrir nada interesante a mi razón de ser. Muchos abrazos, querida amiga.

[Rafel Calle]

Estimado, admirado y añorado Marius, tu Velatorio de gatos creo que es uno de los mejores poemas que se han escrito en Alaire, realmente es una obra mayor. Además, has logrado un buen dominio del lenguaje literario castellano.
A ver si puedo entrar de nuevo para comentar ciertos detalles de esta gran obra. Mientras tanto, decirte que cuando no escribes la poesía no puede ser feliz. Arriba ese ánimo. Vamos a ver si eres capaz de canalizar tu genialidad en los intricados albures de nuestro tránsito y, todo ello, que palpite, que tenga vida en el poema.
Por lo demás, me gustaría que tuvieras más presencia en la Academia. También que empecemos cuanto antes a escribir un libro entre los neosimbolistas (mezcla de simbolismo y neosurrealismo) de Alaire.
Mi más entrañable enhorabuena.
Abrazos.

[Pablo Ibáñez]

Marius,

siempre me pasa lo mismo con tus poemas, amigo. Yo, puritano como soy con el orden --la separación estrófica, la distribución sintáctica, la puntuación...-- me siento arrollado por el magnífico caos de tus creaciones. Esa inventiva caudalosa, ese cabalgar sin descanso, a borbotones. Se deberá, creo, al gran talento puro que posees, seguramente el mayor de los que pueblan Alaire.

Un abrazo.

[Marius Gabureanu]

Estimado Rafel, acepto humildemente los elogios a este poema sabiendo mi sitio en la oscuridad y te agradezco de corazón las palabras de ánimo. Yo también creo que Alaire es una Academia, porque si algo tengo en el recuerdo, es ese vientre de poesía que me han regalado los compañeros y compañeras del portal, personas que nunca encontré, a nadie pude agradecer en persona haberme hecho quien soy, un ser humano, todavía, y no un cuadro dibujado con lápices de olvido. Mis abrazos sinceros.

[Marius Gabureanu]

Pablo, agradezco tu presencia en mi espacio. Yo también admiro tus poemas rigurosos, el caos no me ofrece muchas ventajas, pero es lo que tengo a la hora de expresarme. Siempre ando en pocas cosas cuando escribo, lo habrás notado, es un caos limitado a mis circunstancias, no hay más que un revólver de olvidos. Mis abrazos, estimado amigo.

[Marisa Peral]

A veces no recuerdo haber puesto el despertador
y me sorprende su canción que nunca es aburridora,
abro los ojos por un instante en una avalancha de recuerdos
y sigo medio dormido en la cama sucia de un hombre sucio que desconozco
mientras el sol vence poco a poco las persianas
y ya mis sombras empiezan su tarea de arrojarse por la ventana,
algunas consiguen hacerlo y caen en sombras de gato y maldicen su suerte
porque una sombra de gato tiene potencia de ángel y es tan inmensa
que nunca se sabe si hubo gato o solamente está su sombra
esperando que de algún rincón aparezca maullando
otra sombra de gato menos veloz o un ángel arañando su cara a toda prisa
para volverse irreconocible frente a su sombra,
y entonces me quedo con pocas sombras a las que ordeno masturbarse
hasta que se queden sin semen y mi alma todavía en dieta de oscuridad
pueda adelgazar y ocupar su silla en el tren de las almas delgadas
y así tener una vacación mi pobre alma en el ártico del olvido
donde se puede caer rendido en una cama de heridas
y disfrutar de no tener cuerpo así como disfruto ahora
mientras me pudro en esa habitación morbosamente blanca,
que ya comprendo por qué hay tantos huesos de gato alrededor,
mis sombras volvieron a casa a pie de gato moribundo
y yo, sobre una cama de huesos, intento convencer a los ángeles
que no jueguen baloncesto con la más inflada de las palabras
que gritan su inutilidad en mi pecho
y la arrojen en el hueco de mi niñez,
la palabra que se retuerce en tos de sangre,
mi última palabra, como un gato que da vueltas y vueltas
en el aire, en permanente caída, sin llegar a tocar suelo
mi palabra artísticamente destruida a cuatro patas en el oxígeno que respiro,
lo que nunca te pude decir, que ya no estaba cuando me encontraste
y tuve que seguir cayendo en el abismo de mi no estar
para acumular todas las formas de mi muerte,
que entre ellas, algunas siguen inventando mi cuerpo
y tienen argumentos para qué peluquero van a recortar
sus melenas de café amargo,
por eso yo a veces finjo no escuchar el despertador
y sigo muriendo de muertes con peluca.

Qué torrente desbordante es este velatorio de los gatos, me gusta el título.
Tengo que volver a leer y releer para degustarlo plenamente.
Te echaba de menos Marius y me alegra mucho volver a leerte.
Un abrazo grande.

[Ventura Morón]

Querido amigo mío. Vi que puplicaste el poema, y he querido venir. Tardo
porque me da como miedo leerte. Es un miedo irracional, y se debe a que de alguna manera tus palabras se que van a llegar a profundizar en mi alma.
Los gatos se deslizan y parecen ir apareciendo de la nada, pero campean como si invadieran la calma con sus sombras, se apoderan de ella, devoran el alma y le clavan sus garras cuando aun el despertador -que es como el latido que anuncia la vida en el mundo- no llega a pronunciar su grito. Un duermevela que zarandea la consciencia y mantiene al cadáver de la rutina más agria alejado de la esencia más pura, que convive, plena y efervescente, en su interior.
Leerte es necesario, ven siempre Marius, yo necesito que estés.
Abrazo grande