La pesadilla de Robert Zimmerman - Si la ves dile hola
Publicado: Dom, 06 Ene 2019 22:17
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Nadie es libre. Hasta los pájaros están encadenados al cielo.(Bob Dylan - tr. Sara Castelar)
Pensé que mi novia de siempre se ponía el vestido de la que nunca tuve y su rostro tenía otro misterio y ya no era mío, ni siquiera era de ella. Es mi vida tan monótona que pienso en el tren que nunca pude tomar cuando veo cómo las ruedas se torcieron y me veo indefenso ante los sentimientos descarrilados. Se me vino a las entrañas una canción de Dylan que escuché en 1976 y que siempre me gustó aunque sea de las consideradas menos brillantes del magistral y desesperado "Sangre en el camino". Imaginé que esa mujer que duerme y sueña a mi lado pudo dejarme alguna vez cuando la adolescencia se apagaba y volvía a aparecer años más tarde cuando ya era una mujer para perderme y no podía verla ni acariciarla porque había cambiado de nombre y de acento, ya no quería hablar de poesía; no volvería a amarme aunque llorara como un lobo herido bajo la luna, aunque le llevara flores de las que crecen en el sendero azul donde nos besamos por primera vez, ahora, que su cuerpo había encontrado las aceras donde se instalaban sus curvas y su deseo, solo podía tocarla con la mirada.
No me hagáis caso, quizás el trovador más grande de Duluth no supo despertar de una pesadilla en la que su mujer lo abandonaba, dejó un trabajo digno de estudio minucioso narrando en un tono confesional y sombrío que hacía que no pudiera grabar las canciones con una cierta ambigüedad, que contrastara un ritmo, a veces, casi festivo con poemas deprimentes, como él quería y tuviera que dejarlo todo para un último y agónico intento, aquel tormento lo calmaría el tiempo, como diría Voltaire, pero dejó huellas sangrantes que encumbraron, destacando la escalofriante y enérgica “Perdido en la tristeza”, la penúltima obra maestra de Dylan. Después de aquella locura de la que se empeñó en arrancar hasta la última espina del dolor solo quedaría el deseo.
El poeta y el loco participan del mismo delirio y apego a la grandeza de las miserias pero el loco se libra de la soga, por azar, muchas veces y el poeta casi siempre arrastra las cadenas del destino que él mismo se ha labrado. ¿Para qué quiere alas quien no sabe volar?
No me hagáis caso, quizás el trovador más grande de Duluth no supo despertar de una pesadilla en la que su mujer lo abandonaba, dejó un trabajo digno de estudio minucioso narrando en un tono confesional y sombrío que hacía que no pudiera grabar las canciones con una cierta ambigüedad, que contrastara un ritmo, a veces, casi festivo con poemas deprimentes, como él quería y tuviera que dejarlo todo para un último y agónico intento, aquel tormento lo calmaría el tiempo, como diría Voltaire, pero dejó huellas sangrantes que encumbraron, destacando la escalofriante y enérgica “Perdido en la tristeza”, la penúltima obra maestra de Dylan. Después de aquella locura de la que se empeñó en arrancar hasta la última espina del dolor solo quedaría el deseo.
El poeta y el loco participan del mismo delirio y apego a la grandeza de las miserias pero el loco se libra de la soga, por azar, muchas veces y el poeta casi siempre arrastra las cadenas del destino que él mismo se ha labrado. ¿Para qué quiere alas quien no sabe volar?