Aroma perpetuado
Publicado: Mié, 24 Oct 2018 5:09
El tiempo obrará sus catástrofes y es posible
que no pueda recordar el brillo de tu mirada,
ni a tus labios, entreabiertos e hinchados,
luego de intentar consumir los míos contra ellos.
Porque quizás la quebradiza memoria me falle
y tu sonrisa también se evapore.
Mis manos posiblemente olviden
la suavidad silenciosa de tu piel,
y el salto inevitable de mis dedos anhelantes
cuando, en busca de perpetuarse en cada lunar,
se consiguen con la cicatriz de tu espalda.
Cierro los ojos
y la oscuridad se rebosa con tu presencia.
Percibo el calor que irradia tu cuerpo,
indicio de vida, del choque de nuestra existencia.
Escucho mi nombre entre susurros
como una oración íntima, profunda.
Te conquisto fácilmente y vuelvo a tocarte.
En un instante te haces presente,
y me hospedo en ti para recorrerte,
para bendecirte en el embiste,
para consagrarte al desvanecer otras historias.
Pero cuando el tiempo obre su maleficio
y recordarte sea un ejercicio estéril,
cuando seas un dolor punzante, cegador,
una imagen esquiva que intento retener,
cuando este frágil presente,
donde todavía me deleito con tu presencia,
transforme anoche en engañosos recuerdos
y mañana en un jamás,
cuando ya no consiga sujetarte
y evocarte se haya transformado en un castigo,
lo que sobreviva… será tu olor.
Y podré encontrarte entre las flores,
en la tierra mojada por la lluvia,
en el aroma naranja del otoño,
en el amarillo tostado del sol sobre la arena.
Me llevaré tu olor como reliquia,
y te evocaré incluso desde mi lecho,
cuando las flores conmemoren lo que fui
pero glorifiquen en aromas lo que eres.
que no pueda recordar el brillo de tu mirada,
ni a tus labios, entreabiertos e hinchados,
luego de intentar consumir los míos contra ellos.
Porque quizás la quebradiza memoria me falle
y tu sonrisa también se evapore.
Mis manos posiblemente olviden
la suavidad silenciosa de tu piel,
y el salto inevitable de mis dedos anhelantes
cuando, en busca de perpetuarse en cada lunar,
se consiguen con la cicatriz de tu espalda.
Cierro los ojos
y la oscuridad se rebosa con tu presencia.
Percibo el calor que irradia tu cuerpo,
indicio de vida, del choque de nuestra existencia.
Escucho mi nombre entre susurros
como una oración íntima, profunda.
Te conquisto fácilmente y vuelvo a tocarte.
En un instante te haces presente,
y me hospedo en ti para recorrerte,
para bendecirte en el embiste,
para consagrarte al desvanecer otras historias.
Pero cuando el tiempo obre su maleficio
y recordarte sea un ejercicio estéril,
cuando seas un dolor punzante, cegador,
una imagen esquiva que intento retener,
cuando este frágil presente,
donde todavía me deleito con tu presencia,
transforme anoche en engañosos recuerdos
y mañana en un jamás,
cuando ya no consiga sujetarte
y evocarte se haya transformado en un castigo,
lo que sobreviva… será tu olor.
Y podré encontrarte entre las flores,
en la tierra mojada por la lluvia,
en el aroma naranja del otoño,
en el amarillo tostado del sol sobre la arena.
Me llevaré tu olor como reliquia,
y te evocaré incluso desde mi lecho,
cuando las flores conmemoren lo que fui
pero glorifiquen en aromas lo que eres.