Editorial Alaire

No es lo que siento lo que me define, sino lo que no siento.
Antes, no hace mucho, creía que el miedo era el captor de mis "osadías".
Ahora he descubierto que nada me asusta.
Ni siquiera lo que puedan decirme o hacerme.
Algunos seres humanos pasan por la vida como maletas.
Otros, son aventureros, luchadores y aguerridos -siempre luchando contra sí mismos. Debe ser extenuante... De hecho, y sé de lo que hablo, lo es.
No me asustan las pesadillas, ni los recuerdos, ni buenos ni malos.
Ni me gustan las chicas, ni me disgustan.
Simplemente, no siento nada.
Si realmente sintiera algo, ¿no habría estallado ya en mil pedazos?
¿No me habría expuesto a que me dieran un par de hostias bien dadas?
Pongo el ejemplo de mis textos, porque es con el que más identificado me "siento":
He divulgado escritos de todas, absolutamente todas las clases.
Solamente sentía miedo de los comentarios, cuando me autoproclamaba dios.
Pues con esto, con el "miedo", ocurre algo parecido, al igual que con el malestar, el dolor, o el sufrimiento.
¿Cómo sabemos realmente si sufrimos?
¿Qué métodos empleamos para ello?
Se nos activa una especie de disparador de angustia, de ansiedad, de desidia, de desazón, y un largo despropósito de etcéteras.
Todos ellos, estados asociados a la mente, que el sujeto en cuestión da como "reales".
Pero, ¿qué es la realidad sino lo que percibimos a través de los sentidos?
¿Tiene de veras la mente algo que ver con la realidad?

Es muy interesante esta línea final con la que cierras tu texto; la realidad es una proyección holográfica de nuestra consciencia, de la consciencia universal que también es un todo vivo. La realidad en tercera dimensión nos envuelve pero hay más, Ricardo, mucho más; creo que será cuestión, entre otras cosas, de elevar nuestra frecuencia de percepción.
Volveré luego sobre esta idea.

Mientras tanto, te dejo un abrazo grande.