Editorial Alaire

Algo que responda a mis necesidades -¿por qué leches iba yo a tener todas las respuestas?-
Que me conecte a la realidad definitivamente, con una mente definida, por supuesto.
Imaginar está bien, pero ni la mejor de las metáforas es comparable a sentirse uno más. En mi caso, jugué con fuego.
Querer ser Dios es querer ser amado.
Todo ese ego alimentado por el desencanto.
Quiero, quiero, quiero, muchas cosas mundanas, y que nutran mi poesía.
Es decir, deshacerme de la capacidad que tanto me ha condicionado, de desdeñarlo todo, atribuir al ser humano la imposibilidad de aportarme lo que en verdad habita dentro de mí.
Corresponder no me resulta difícil.
Mis sentimientos se resumen en un acercamiento total y profundo a las personas.
Deshacerme del estigma de mi enfermedad mental, en lugar de querer abordarla desde dentro.
Nada es más profundo que el amor que sentí, y que, por unas u otras causas, se convirtió en imposible.
No quiero cambiar a nadie.
Yo soy quien necesita y asume el cambio.
Nadie merece soportar la carga de mis ideas y nociones.
Ni siquiera yo.
Necesito lo que nunca he conseguido.
Pero ello no me desanima.
Ahora soy, de nuevo, otro.
Y mostrarme tal y como soy me da confianza para acabar con mis problemas y síntomas.
Es hora de despertar de la pesadilla.
Quizá no sea entre algodones,
pero tampoco me asusta que no lo sea.
Amaré por mi experiencia.

Sale de la Sala de Espera.