El Infierno del Norte
Publicado: Sab, 08 Sep 2018 10:00
Nadie me quiso hasta que tú llegaste
y esa fue la razón por la que nunca
supe ser amado,
no distinguí los brazos de las cadenas,
el calor de la nieve, el frío de la llama,
el triunfo del fracaso
y muchas veces
tuve que mirar en la muralla de tus ojos
las cumbres de Gredos
que cruzamos entre las manos y las curvas
esperando el autobús en una vía desierta
mientras se agigantaban las garras de Hinault
sometiendo Serranillos en la calle escarpada
de los novios de la muerte,
que escaparme de casa para que no me vieras
como un muchacho que asciende el Tourmalet
porque no encuentra
su lugar en el barrio mutilado de la infancia,
ni una familia confusa que ha perdido el nombre
en el maillot desgarragado de las últimas heridas
en el laberinto de la comodidad
mientras lo escribía sobre la lluvia y los adoquines
en el Infierno del Norte
cegado por las luces mustias de la cuneta
de los gregarios atrapados
en la montonera de la modernidad
por la indiferencia de los faros que persiguen los laureles
y levantan el barro que se acumula en los rostros
y en la sangre
de los vencedores y de los vencidos.
y esa fue la razón por la que nunca
supe ser amado,
no distinguí los brazos de las cadenas,
el calor de la nieve, el frío de la llama,
el triunfo del fracaso
y muchas veces
tuve que mirar en la muralla de tus ojos
las cumbres de Gredos
que cruzamos entre las manos y las curvas
esperando el autobús en una vía desierta
mientras se agigantaban las garras de Hinault
sometiendo Serranillos en la calle escarpada
de los novios de la muerte,
que escaparme de casa para que no me vieras
como un muchacho que asciende el Tourmalet
porque no encuentra
su lugar en el barrio mutilado de la infancia,
ni una familia confusa que ha perdido el nombre
en el maillot desgarragado de las últimas heridas
en el laberinto de la comodidad
mientras lo escribía sobre la lluvia y los adoquines
en el Infierno del Norte
cegado por las luces mustias de la cuneta
de los gregarios atrapados
en la montonera de la modernidad
por la indiferencia de los faros que persiguen los laureles
y levantan el barro que se acumula en los rostros
y en la sangre
de los vencedores y de los vencidos.