Editorial Alaire

Debo quitarme esta máscara que ríe y sangra,
no puedo ir dando brincos,
gimiendo,
aplaudiendo,
cantando,
como si el mundo bailara conmigo,
como si un ave durmiera en mis brazos
y bebiera de mi pecho.

Debo sentarme a llorar por todo lo que ha muerto,
echar a volar los mirlos que devoraban mis ojos,
con la mirada quemada,
no puedo, no puedo verla,
solo escucho el tintinear de las monedas
para pagar el boleto al otro lado.

Se caerá el cielo como un cadáver
sobre la carreta que nos lleva,
debo llorar por todo lo que ha muerto,
porque no volverá,
no volverá a morir,
está lloviendo
y los mirlos ya no comerán de mi silencio,
está lloviendo!
y no podré bailar con el mundo otra vez.

Un poema conmovedor en el que se refleja el dolor, la desesperación, la impotencia por aquello que creemos perdido para siempre.

Me ha encantado, compañero.

Un abrazo.

Sí que podrás . Un poema que adentra el dolor y desesperanza en el lector. Felicidades.
Besos
Pilar

Muy hermoso y emotivo este poema, alimentado por la llama del dolor y la desesperanza en reconocer que no se puede recuperar aquello que se nos ha ido. Intensas y hermosas letras, compañero.
Mi enhorabuena.

Un abrazo.

A. Satír escribió:Debo quitarme esta máscara que ríe y sangra,
no puedo ir dando brincos,
gimiendo,
aplaudiendo,
cantando,
como si el mundo bailara conmigo,
como si un ave durmiera en mis brazos
y bebiera de mi pecho.

Debo sentarme a llorar por todo lo que ha muerto,
echar a volar los mirlos que devoraban mis ojos,
con la mirada quemada,
no puedo, no puedo verla,
solo escucho el tintinear de las monedas
para pagar el boleto al otro lado.

Se caerá el cielo como un cadáver
sobre la carreta que nos lleva,
debo llorar por todo lo que ha muerto,
porque no volverá,
no volverá a morir,
está lloviendo
y los mirlos ya no comerán de mi silencio,
está lloviendo!
y no podré bailar con el mundo otra vez.

No volverá a viajar en su mundo de pérdidas; hermoso, sabio y muy inspirado, querido amigo.
Quizás valdría la pena colocar el signo de exclamación al inicio del verso: está lloviendo

Un abrazo de los grandes.

Precioso poema en fondo y forma, Antonio.

Has logrado unos versos conmovedores, bellos y llenos de emoción.

Un beso enorme
Ana

Un poema muy triste el que nos muestras, Antonio, extraes una belleza profunda y turbadora de la tristeza, esa vieja amiga que tanto hace cantar a los poetas.

Un abrazo.

Aplaudo el porvenir de tu inspiración. No el futuro que imaginas, sacado de la pena y el lloro.

Un abrazo

¿Profundo dolor que nos nos alcanza desde tus versos conmovedores. Esa carreta es lenta , pero en algún momento se detiene en una encrucijada y te apeas y caminas solo hasta que encuentras un árbol florecido en el camino.
Un saludo cordial, Antonio

A. Satír escribió:Debo quitarme esta máscara que ríe y sangra,
no puedo ir dando brincos,
gimiendo,
aplaudiendo,
cantando,
como si el mundo bailara conmigo,
como si un ave durmiera en mis brazos
y bebiera de mi pecho.

Debo sentarme a llorar por todo lo que ha muerto,
echar a volar los mirlos que devoraban mis ojos,
con la mirada quemada,
no puedo, no puedo verla,
solo escucho el tintinear de las monedas
para pagar el boleto al otro lado.

Se caerá el cielo como un cadáver
sobre la carreta que nos lleva,
debo llorar por todo lo que ha muerto,
porque no volverá,
no volverá a morir,
está lloviendo
y los mirlos ya no comerán de mi silencio,
está lloviendo!
y no podré bailar con el mundo otra vez.

Todo muere compañero pero juguemos una mano mas, siempre tendremos un farol. Un gusto la lectura de tus versos.

Saludos.

Gracias a todos por sus comentarios amigos!
Un abrazo!

Satír.

A. Satír escribió:Debo quitarme esta máscara que ríe y sangra,
no puedo ir dando brincos,
gimiendo,
aplaudiendo,
cantando,
como si el mundo bailara conmigo,
como si un ave durmiera en mis brazos
y bebiera de mi pecho.

Debo sentarme a llorar por todo lo que ha muerto,
echar a volar los mirlos que devoraban mis ojos,
con la mirada quemada,
no puedo, no puedo verla,
solo escucho el tintinear de las monedas
para pagar el boleto al otro lado.

Se caerá el cielo como un cadáver
sobre la carreta que nos lleva,
debo llorar por todo lo que ha muerto,
porque no volverá,
no volverá a morir,
está lloviendo
y los mirlos ya no comerán de mi silencio,
está lloviendo!
y no podré bailar con el mundo otra vez.

Satir, me encuentro ante un viaje inevitable bajo el gemido del corazón, y la verdad es que en cada vehículo va la unicidad del ser hacia una niebla densa y penetrable. Llorar pareciera cosa fácil, pero no lo es, y ese es el poder de éste poema de agua; poder llorar el impenetrable cuchillo de la muerte. ERA