Editorial Alaire

Ventura Morón escribió:Hay en las aceras grutas profundas
donde se esconden los hambrientos.
Su apetito de amor ha ido horadando cavidades
en la piel gris del abandonado
que dibuja catacumbas invisibles en la ciudad insomne.
Van ocupando un sitio impredecible
entre la opacidad de los adoquines,
y se sonríen comprensivos desde los huecos
de la incertidumbre
donde resuena un eco flojo que aletea
como un ángel difuminado
en el fondo del abismo.
Se descose con sus pasos la piel de la ciudad rajada
dejando al aire su vientre de silencio,
donde van cayendo infinidad de palabras
que mudas, suenan tan afónicas como el llanto de los helechos,
lanzando al viento una sombra de ausencias.
Separa el tráfico la fila de ahogados
de la promesa de las puertas,
avanzando como una hilera ciega de hormigas
hacia un horizonte de semáforos
que parpadean en un tiempo inconsistente.
Bajo la viscosidad de sus suelas
una música
invade las grietas de los andenes infinitos:
Quizás, retumbe aún
en su vacío
un sonido de tierra parecido a la esperanza.

Armilo Brotón escribió:Estás en vena estimado. Me es grato leer poemas de este tipo donde la palabra, bien trabajada, las imágenes bien construidas, se ponen a disposición de los más desfavorecidos, recordándonos que también existen.
Un abrazo Ventura

Concha Vidal escribió:

Ventura Morón escribió:Hay en las aceras grutas profundas
donde se esconden los hambrientos.
Su apetito de amor ha ido horadando cavidades
en la piel gris del abandonado
que dibuja catacumbas invisibles en la ciudad insomne.
Van ocupando un sitio impredecible
entre la opacidad de los adoquines,
y se sonríen comprensivos desde los huecos
de la incertidumbre
donde resuena un eco flojo que aletea
como un ángel difuminado
en el fondo del abismo.
Se descose con sus pasos la piel de la ciudad rajada
dejando al aire su vientre de silencio,
donde van cayendo infinidad de palabras
que mudas, suenan tan afónicas como el llanto de los helechos,
lanzando al viento una sombra de ausencias.
Separa el tráfico la fila de ahogados
de la promesa de las puertas,
avanzando como una hilera ciega de hormigas
hacia un horizonte de semáforos
que parpadean en un tiempo inconsistente.
Bajo la viscosidad de sus suelas
una música
invade las grietas de los andenes infinitos:
Quizás, retumbe aún
en su vacío
un sonido de tierra parecido a la esperanza.

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Los desaparecidos, los que se han tragado las aceras, los que han sucumbido en las grietas de los adoquines, los sin rumbo, ni techo, ni pan ni manos que les circunden.
Los que viven y no vemos.
Ventura, qué gran poema¡¡¡
Abrazos mediterráneos siempre.

Hallie Hernández Alfaro escribió:Es un poema enorme, querido amigo. Duele... y trae la esperanza que clama entre los pasos.

Mil aplausos y un beso grande.

Ventura Morón escribió:Hay en las aceras grutas profundas
donde se esconden los hambrientos.
Su apetito de amor ha ido horadando cavidades
en la piel gris del abandono
que dibuja catacumbas invisibles en la ciudad insomne.
Van ocupando un sitio impredecible
entre la opacidad de los adoquines,
y se sonríen comprensivos desde los huecos
de la incertidumbre
donde resuena un eco flojo que aletea
como un ángel difuminado
en el fondo del abismo.
Se descose con sus pasos la piel de la ciudad rajada
dejando al aire su vientre de silencio,
donde van cayendo infinidad de palabras
que mudas, suenan tan afónicas como el llanto de los helechos,
lanzando al viento una sombra de ausencias.
Separa el tráfico la fila de ahogados
de la promesa de las puertas,
avanzando como una hilera ciega de hormigas
hacia un horizonte de semáforos
que parpadean en un tiempo inconsistente.
Bajo la viscosidad de sus suelas
una música
invade las grietas de los andenes infinitos:
Quizás, retumbe aún
en su vacío
un sonido de tierra parecido a la esperanza.

Ventura Morón escribió:Hay en las aceras grutas profundas
donde se esconden los hambrientos.
Su apetito de amor ha ido horadando cavidades
en la piel gris del abandono
que dibuja catacumbas invisibles en la ciudad insomne.
Van ocupando un sitio impredecible
entre la opacidad de los adoquines,
y se sonríen comprensivos desde los huecos
de la incertidumbre
donde resuena un eco flojo que aletea
como un ángel difuminado
en el fondo del abismo.
Se descose con sus pasos la piel de la ciudad rajada
dejando al aire su vientre de silencio,
donde van cayendo infinidad de palabras
que mudas, suenan tan afónicas como el llanto de los helechos,
lanzando al viento una sombra de ausencias.
Separa el tráfico la fila de ahogados
de la promesa de las puertas,
avanzando como una hilera ciega de hormigas
hacia un horizonte de semáforos
que parpadean en un tiempo inconsistente.
Bajo la viscosidad de sus suelas
una música
invade las grietas de los andenes infinitos:
Quizás, retumbe aún
en su vacío
un sonido de tierra parecido a la esperanza.