La mirada de San Esteban (V)

[Armilo Brotón]

Yo sé
Cristina.
Con ignición, el carrusel me costará cincuenta pavos y la cama.
Da igual,
sírveme un gin tónic de postre.
Perdido el órdago con 31 y media
ya no importa el fornicio ni el pecado, mira arriba:
San Esteban muere
en la pared, desangrándose en tu boca
mientras dirime su locura.

De los colores dame el número trece
es rojo
-¡no va más!-
y determina la superstición:
la lengua estropajosa que entre tus piernas
hurga el desapego.

Tú
ganas siempre: la distancia mide el tiempo.
Yo,
un perro que aguarda, dormitando y apacible,
la próxima partida
-en el pasillo de Aqueronte nadie piensa una apuesta-.

Descartes
-más allá del eufemismo-, es follar temprano
sin ser nadie en la cuadrícula;
sin que la madrugada ponga un límite a lo que tenemos
ya perdido.

Entonces,
¿quién soy yo?
-me preguntas con desconcierto-.
¿Tú?
Eres la jota de bastos,
mi puta,
la mirada de San Esteban.

Roger elPerro