Entro a cuchillo y de soslayo me toco la fibra,
la corto y te la entrego con las manos untadas.
Me acerco a tu piel, después de tanta caricia,
a base de versos pornográficos.
Es el siguiente abismo al que saltar.
Empujo la marea hacia la orilla,
hasta que devora el tiempo
e incendio tu cordura
con el fuego de las runas astrales
concediéndonos la ingrávida epopeya;
mi lengua rasga tu sombra
y se reclina en la embriaguez de tu figura...
Las manos se vuelven razones
en el pleamar de la carne,
el viento nos bebe las voces
y llenamos los gemidos.
Deshechos, quebrados, incólumes, ardidos.
Hemos sido hielo en el licor,
cristales en el suelo.
Hemos sido quásares follando
en los bordes del universo.
El fuego magnetizado nos mantiene adheridos,
bebiendo del agua rompiente de soledades;
circuito de epifanías
que nos marca las pieles.