Háblame
Publicado: Dom, 13 May 2018 11:07
Háblame.
Háblame de todas esas cosas que son tan importantes:
si aún existen bajeles que se alargan
cuando cruzan la niebla,
y si al mirar la luna
se te rompen los versos que llevas en las manos
como si fuesen letras malheridas.
Cuéntame lo que quieras:
que la vida sucede siempre que te despides
de una noche en Bangkok
o si el mundo,
bajo tus zapatillas, acostumbra a cambiarse de sitio
sin decir ni palabra. Si es que no tienes pruebas que acrediten
la existencia de mares subterráneos. Si el templo de Dendur
ha perdido a su Dios y está falto de cielo
en Estados Unidos. Da igual, cuéntame cualquier cosa,
aunque no sea cierta, por ejemplo: que no piensas en mí
cuando llega la luz dominical
y te saca a la calle con los brazos atados,
que apuntas todos y cada uno de los días con murmullos
dejados por recuerdos en tus lágrimas. Ya sé, no te preocupes,
tú no tienes la culpa,
a ti no te advirtieron
que estabas traspasando una frontera
donde escoden su pico los vencejos
que no han sabido nunca regresar de la muerte,
y que al decir encima de las olas
lo que uno se construye es siempre un viento helado.
Tendremos que esperar otra ocasión:
tanto tú como yo buscamos unos labios
cayéndonos en medio de la boca
y hoy llevamos a cuestas
dibujos animados que apenas si reflejan unos pocos instantes de la vida.
Cuántas veces hemos creído, al tiempo, que las cosas
debían existir antes de imaginarlas,
que nos han diseñado algunas frases,
que tu cuerpo y el mío
eran lo suficiente para llegar muy juntos al Vesubio.
Solo siento
la aritmética exacta de unos gatos
que parecen contarse un desfile de estrellas. Y esa gran rapidez
con la que un pensamiento
se convierte en fogata.
Háblame de todas esas cosas que son tan importantes:
si aún existen bajeles que se alargan
cuando cruzan la niebla,
y si al mirar la luna
se te rompen los versos que llevas en las manos
como si fuesen letras malheridas.
Cuéntame lo que quieras:
que la vida sucede siempre que te despides
de una noche en Bangkok
o si el mundo,
bajo tus zapatillas, acostumbra a cambiarse de sitio
sin decir ni palabra. Si es que no tienes pruebas que acrediten
la existencia de mares subterráneos. Si el templo de Dendur
ha perdido a su Dios y está falto de cielo
en Estados Unidos. Da igual, cuéntame cualquier cosa,
aunque no sea cierta, por ejemplo: que no piensas en mí
cuando llega la luz dominical
y te saca a la calle con los brazos atados,
que apuntas todos y cada uno de los días con murmullos
dejados por recuerdos en tus lágrimas. Ya sé, no te preocupes,
tú no tienes la culpa,
a ti no te advirtieron
que estabas traspasando una frontera
donde escoden su pico los vencejos
que no han sabido nunca regresar de la muerte,
y que al decir encima de las olas
lo que uno se construye es siempre un viento helado.
Tendremos que esperar otra ocasión:
tanto tú como yo buscamos unos labios
cayéndonos en medio de la boca
y hoy llevamos a cuestas
dibujos animados que apenas si reflejan unos pocos instantes de la vida.
Cuántas veces hemos creído, al tiempo, que las cosas
debían existir antes de imaginarlas,
que nos han diseñado algunas frases,
que tu cuerpo y el mío
eran lo suficiente para llegar muy juntos al Vesubio.
Solo siento
la aritmética exacta de unos gatos
que parecen contarse un desfile de estrellas. Y esa gran rapidez
con la que un pensamiento
se convierte en fogata.