Alcohol: el capitán botella y yo
Publicado: Sab, 05 May 2018 15:42
Aun siendo muy joven y atrevido,
como tantos inexpertos con premura
me embarqué, en un navío aguerrido,
su capitán, ni persona era, una simple botella
pero insinuaba y atraía, a rudas voces así decía:
"embarcar grumetes, os daré aventuras
y agradables locuras demenciales".
Me sedujo, como no iba a hacerlo,
una botella que era el capitán de un barco.
Al principio, embarcaba con calma, no tan asiduamente,
lo tomaba como una leve intoxicación, por su desinhibición,
habiendo problemas, la perversión era intencionadamente
y el capitán, cogiendo confianza con cada pupilo embarcado
nunca fue de fiar, como el de la saturada embarcación
que demostraban en los viajes actos malintencionados.
Llegado a un punto concreto, conductas impropias en mí acaecieron,
surgieron eventos lamentables, mi memoria desconectaba,
sería vergonzoso hasta para mis neuronas, las de todo el cuerpo
y el capitán, se volvió egoísta, me quería solo para él
y yo desobedecía, pero cuando volvía al navío, me envenenaba,
abandonándome en un desconocido puerto
y después retornaba, para envenenarme y volver a marcharse.
Mi cordura se fue por la borda, junto al ancla, que acabó en un coral,
el desorientado me hice, caí a la fría agua y con valentía me sumergí,
buceando hacía el lecho hallé la preciada sensatez.
Cuando subí al barco de la demencia cogí aquella botella de cristal y le grité:
"ahora capitán, yo soy el mariscal, seguiré embarcando pero yo estoy al mando,
este navío ahora es mío y lo conduciré a donde yo vea que sea mi destino".
AJ Díaz
como tantos inexpertos con premura
me embarqué, en un navío aguerrido,
su capitán, ni persona era, una simple botella
pero insinuaba y atraía, a rudas voces así decía:
"embarcar grumetes, os daré aventuras
y agradables locuras demenciales".
Me sedujo, como no iba a hacerlo,
una botella que era el capitán de un barco.
Al principio, embarcaba con calma, no tan asiduamente,
lo tomaba como una leve intoxicación, por su desinhibición,
habiendo problemas, la perversión era intencionadamente
y el capitán, cogiendo confianza con cada pupilo embarcado
nunca fue de fiar, como el de la saturada embarcación
que demostraban en los viajes actos malintencionados.
Llegado a un punto concreto, conductas impropias en mí acaecieron,
surgieron eventos lamentables, mi memoria desconectaba,
sería vergonzoso hasta para mis neuronas, las de todo el cuerpo
y el capitán, se volvió egoísta, me quería solo para él
y yo desobedecía, pero cuando volvía al navío, me envenenaba,
abandonándome en un desconocido puerto
y después retornaba, para envenenarme y volver a marcharse.
Mi cordura se fue por la borda, junto al ancla, que acabó en un coral,
el desorientado me hice, caí a la fría agua y con valentía me sumergí,
buceando hacía el lecho hallé la preciada sensatez.
Cuando subí al barco de la demencia cogí aquella botella de cristal y le grité:
"ahora capitán, yo soy el mariscal, seguiré embarcando pero yo estoy al mando,
este navío ahora es mío y lo conduciré a donde yo vea que sea mi destino".
AJ Díaz