Desistir de las playas
Publicado: Mar, 01 May 2018 11:50
Revisando papeles antiguos, encontré este poema que fue escrito en abril del 88, o sea tiene ahora 30 años (… ufff… cuando me di cuenta quedé “acoj…”)
Está prácticamente como fue escrito. He podado algunas ramas y he hecho unas cuantas restructuraciones para darle un mayor equilibrio rítmico.
Desistir de las playas.
El testigo, tranquilo y solitario
se disipa donde rompen las olas.
Su ademán es el del vigía
que observa el monótono azul
contra azul, grandioso vacío que agota el cielo contra el mar.
Se da la vuelta
y se mueve tangente al sofocante círculo de tedio
que resuena en el llano.
Detrás y en lejanía,
donde se asienta el pueblo,
la fachada trasera del teatro
asoma ensombrecida, esculpida
de sollozos fosilizados,
perfil de suertes desaprovechadas.
En lo alto,
una marioneta con faldas, de caderas lacradas,
la crin espesa de bucles metálicos,
una pátina de aluminio
en el rostro y barniz rojo en los labios,
se mueve y se transmuta,
moldeando sombras chinescas,
imágenes que orbitan y serpentean en el suelo.
Son las dos de la tarde.
El resplandor de una guadaña
se realza contra el potente
disco solar, amenazante
y homicida, se zarandea
como una girándula de chispas.
Un bidón derramando chapapote
humea perpendicular al sol;
grumos hinchados cuajan o explotan en los bordes.
A su costado, un hombre
encorbatado a una camisa blanca
cabecea bajo un paraguas negro.
Desistir de las playas
el monótono azul
contra azul, es solo un fulgor vacío
que agota el cielo contra el mar.
Desistir de las playas.
En el entorno
se siente la ensordecedora mutación de un silencio.
Está prácticamente como fue escrito. He podado algunas ramas y he hecho unas cuantas restructuraciones para darle un mayor equilibrio rítmico.
Desistir de las playas.
El testigo, tranquilo y solitario
se disipa donde rompen las olas.
Su ademán es el del vigía
que observa el monótono azul
contra azul, grandioso vacío que agota el cielo contra el mar.
Se da la vuelta
y se mueve tangente al sofocante círculo de tedio
que resuena en el llano.
Detrás y en lejanía,
donde se asienta el pueblo,
la fachada trasera del teatro
asoma ensombrecida, esculpida
de sollozos fosilizados,
perfil de suertes desaprovechadas.
En lo alto,
una marioneta con faldas, de caderas lacradas,
la crin espesa de bucles metálicos,
una pátina de aluminio
en el rostro y barniz rojo en los labios,
se mueve y se transmuta,
moldeando sombras chinescas,
imágenes que orbitan y serpentean en el suelo.
Son las dos de la tarde.
El resplandor de una guadaña
se realza contra el potente
disco solar, amenazante
y homicida, se zarandea
como una girándula de chispas.
Un bidón derramando chapapote
humea perpendicular al sol;
grumos hinchados cuajan o explotan en los bordes.
A su costado, un hombre
encorbatado a una camisa blanca
cabecea bajo un paraguas negro.
Desistir de las playas
el monótono azul
contra azul, es solo un fulgor vacío
que agota el cielo contra el mar.
Desistir de las playas.
En el entorno
se siente la ensordecedora mutación de un silencio.