Arturo Maccanti: El niño perdido

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F. Enrique
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Arturo Maccanti: El niño perdido

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yo plantaba los fértiles renuevos
de los árboles verdes, yo las flores,
en quien mejor pudiera contemplaros,
(Lope de Vega)
El año 1968 marcará para siempre la vida y la obra de Arturo Maccanti; muere su hijo con apenas cuatro años. A partir de entonces el poeta, que ya había consagrado poemas al dolor y a la nostalgia, los convierte en el eje central de su poesía, a través de su hijo rememora a todos sus muertos, incluso a aquellos que habían tenido una vida larga y solo habían sido vencidos por el tiempo. Con la memoria intacta, de quien cuida de que el olvido no borre ni un solo juego, ni una sola sonrisa, vuelve atrás para hablarnos del tiempo en que su hijo vivía; los pájaros de entonces aún cantan en su recuerdo, aún muestran sus flores los jardines que hollaron de la mano, aún los columpios tiemblan estremecidos por la luz de su rostro, aún la muerte no había aparecido por su casa tan temprano para llevarse, para siempre, la alegría.
*** *** ***
Gracias, Pedro, actúas con el cuidado y el amor que requiere el hecho de que un foro lleve tu nombre, no es algo fácil aceptar responsabilidades y, por lo que a mí respecta, puedo decir que estoy encantado con tu comportamiento. Yo, liberado de las sospechas de un culto a mí mismo, he encontrado en Maccanti un motivo para seguir defendiendo la poesía, para saber que no es necesario ser un desconocido para sentir la soledad. Lo cierto es que el poeta canario tuvo un premio importante pero institucional, lo que levantarárá las suspicacias de los viejos severos, y cierto reconocimiento, pero nunca pudo desprenderse del destierro en el aislamiento de su isla, tuvo que ceder el protagonismo a los más jóvenes y, aparentemente, más osados y con más “ismos” con los que adornar una nueva inventiva que acabaría siendo más de lo mismo con unas formas diferentes, a menudo poco poéticas.
Columpio solo

(A mi hijo, 1964-68. Parque Municipal de Santa Cruz. Anochece)

¿A quién meces, columpio solo? ¿Al viento
ruidoso y ciudadano?
Al pasar, te descubro en la tardía
luz del verano, como en sueños,
con tu vaivén donde un fantasma,
que golpea en el fondo de mi pecho,
todavía sonríe sin saber…
Cerca, un reloj de flores marca un tiempo
urbano, indiferente, entre risas de niños
áureos de sol atardecido, mientras
cruzo fugaz por la penumbra
de los árboles,
ya perseguido siempre
por mí, por el recuerdo
vagabundo de un sueño que fue vida.
Al pasar, se levanta la bandada
de palomas que vimos por costumbre
otros días con sol, bóvedas altas
sobre las que ha caído un mundo de silencio.
Aunque el amor no acabe,
aunque acabe el amor, columpio solo,
tú permanece fiel meciendo al aire,
meciendo al niño aquel que apenas pudo
llegar a ser mañana,
que se quedó en ayer,
y hoy cruza finalmente,
a pecho descubierto,
el vasto imperio de la sombra,
el hondísimo nihil…

Jardín

Quédate en el jardín y juega mucho,
estoy tranquilo porque no hay peligro
entre las viejas tapias y te guardan
con amor los cipreses...
Si anochece,
si se hace de oro la lluvia entre los árboles
del prado,
y ves que me demoro
y sientes miedo de la oscuridad,
no llores, que estoy cerca como siempre;
sabes que no te olvido,
aunque la vida a veces me distraiga,
que llegaré para darte mi mano
de padre cuidadoso,
no salgas del jardín.
Todos los pájaros
cantan para tu paz y mi alegría,
y yo volveré pronto, a la hora en punto
de la muerte, hijo mío, a recogerte
y llevarte en mis brazos...

Otro jardín

Vasta y dulce memoria,
déjame que recuerde
cómo fueron sus ojos,
déjame penetrar en la espesura
de las ruinas perennes del pasado
y rescate la luz inmaculada
que se llevó consigo.
Permite que me duerma sobre el césped
lejano del jardín ya clausurado
que yo llamé alegría...
***
Toda verdad corre el riesgo de ser modificada por el tiempo.

cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
(Playa de la Almadraba)
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