Sueño con una Argentina...
Publicado: Vie, 16 Mar 2018 9:04
Derramada su mirada sobre el horizonte inacabado, siente el cansancio de vivir penas trémulas. Frutos de la incertidumbre que sepulta en polvo el camino de la vida. Cosecha de la sangre que anima sus venas arraigadas al viento. Va admirando la sutileza del aire, que en caprichoso rumbo signa su devenir y en etérea senda graba su porvenir. Sobre el cual no cabalga más que la libertad de las aves.
A su lado también marcha su destino, cual viejo peregrino que ha perdido el mapa con que dar pie a la anhelada tierra. Ignora qué gentes le cercarán la esperanza, curtida por desfallecer bajo el sol rubicundo de la desesperación. Tal vez en un futuro encuentre quien parta sus panes bajo la congoja y bajo cielos de tormenta. Una lata junto a él, en arrebatos de alegría. No sabe qué carga ha de llegar al nacer el sol, ni cuanto pesaran sus gastados pies al desplomar la noche a la luz con el peso de su reinado. Ambulando va su mente por sueños marchitos, de reyes caídos y palacios inertes.
¿Por qué será que su voz agoniza? ¿Acaso fue la marca que le quemó su garganta al querer ser ganado de patriotas pintados? Su verdad sigue viva. Su mirada ya cae. Se ha convertido en un sonámbulo despierto con los párpados tiesos.
Puede que solo se haya aburrido, que no tenga qué hacer. No poseer ocupaciones, a veces puede espantar el ocio. Mientras el desierto se tiende inmortal con el cruel castigo que es la nada. Allí no hay hombres. Los vientos demoronan el aprisionante silencio y empujan al nomade a seguir carcomiendo sus zapatos. A dejar de ser un desocupado y encontrar el abrigo de una ilusión. Lo que nunca supieron, es que había llegado antes la sequía para beber las últimas lágrimas de su cantimplora. Esa que le decía…
Sueño con una Argentina
donde la paz sea verde espiga
y se alce el clamoreo de las aves
cual corona sobre nobles ideales.
Sueño con ese país
donde no marchite el oro la raíz,
y las blondas risas de las armas
fundan sonrisas y batir de palmas.
Anhelo pisar el momento
en que madruguen voluntad y esmero,
donde la intolerancia anochezca
y soslaye en su marcha la pena nuestra.
Tal vez algún día vea
un sol que irradie esta aldea,
y los altillos bañe en dorado
ornando en ocre los techos de barro.
Sueño con una Argentina
donde nadie cargue la sombra de día,
y en que sean las únicas lágrimas
las que el Himno en su voz desentraña.
Juan Cruz Bordoy
A su lado también marcha su destino, cual viejo peregrino que ha perdido el mapa con que dar pie a la anhelada tierra. Ignora qué gentes le cercarán la esperanza, curtida por desfallecer bajo el sol rubicundo de la desesperación. Tal vez en un futuro encuentre quien parta sus panes bajo la congoja y bajo cielos de tormenta. Una lata junto a él, en arrebatos de alegría. No sabe qué carga ha de llegar al nacer el sol, ni cuanto pesaran sus gastados pies al desplomar la noche a la luz con el peso de su reinado. Ambulando va su mente por sueños marchitos, de reyes caídos y palacios inertes.
¿Por qué será que su voz agoniza? ¿Acaso fue la marca que le quemó su garganta al querer ser ganado de patriotas pintados? Su verdad sigue viva. Su mirada ya cae. Se ha convertido en un sonámbulo despierto con los párpados tiesos.
Puede que solo se haya aburrido, que no tenga qué hacer. No poseer ocupaciones, a veces puede espantar el ocio. Mientras el desierto se tiende inmortal con el cruel castigo que es la nada. Allí no hay hombres. Los vientos demoronan el aprisionante silencio y empujan al nomade a seguir carcomiendo sus zapatos. A dejar de ser un desocupado y encontrar el abrigo de una ilusión. Lo que nunca supieron, es que había llegado antes la sequía para beber las últimas lágrimas de su cantimplora. Esa que le decía…
Sueño con una Argentina
donde la paz sea verde espiga
y se alce el clamoreo de las aves
cual corona sobre nobles ideales.
Sueño con ese país
donde no marchite el oro la raíz,
y las blondas risas de las armas
fundan sonrisas y batir de palmas.
Anhelo pisar el momento
en que madruguen voluntad y esmero,
donde la intolerancia anochezca
y soslaye en su marcha la pena nuestra.
Tal vez algún día vea
un sol que irradie esta aldea,
y los altillos bañe en dorado
ornando en ocre los techos de barro.
Sueño con una Argentina
donde nadie cargue la sombra de día,
y en que sean las únicas lágrimas
las que el Himno en su voz desentraña.
Juan Cruz Bordoy