Editorial Alaire

Amanecer contigo y la lluvia,
en un paisaje varado
junto a la cúpula del mar
que llega como una lengua de amor.

Tacto y vientre,
luminoso el sencillo gesto de la aurora,
fiel la costumbre del tránsito
con su risa de cristal
y su manso reloj infantil.

Así mi corazón
que madura y siente el calor de los espejos,
la palabra que susurra un lugar común,
los minutos donde no existe
la cruz del infortunio.

Navegar entre las voces,
percibir el aroma de la familia
que va nombrando-o no-las cicatrices
y también el álgido festín de una conquista.

Y nada que subrayar
y nadie que juzgue el futuro,
ni la luz, ni la esperanza.

Como los pájaros
regreso al invierno,
miro la sobriedad de los árboles,
la estalactita perfecta bajo las cornisas
o la escarcha que brota en el silencio
de los automóviles sin luna.

Son macilentos los años para preguntar un por qué,
si el fulgor se ha vestido de nupcias
es posible que en la inmensidad de un crepúsculo
todas las constelaciones se junten en estos labios que unimos,
inconscientes de esa llama
que un día escribió su razón
en la vida que por un momento admiramos.

Un poema con nombre de belleza poética insuperable, de un sentimiento que me ha llegado al corazón, tal vez, amigo, tú lo sepas. Han madurado los años, y sin duda los espejos son fiel reflejo de cuanto dices. Mis felicitaciones son sinceras, pues ante la hermosura y la belleza, no hay quien se rinda.

Desde mi isla, un enorme abrazo, querido amigo y compañero.

José Manuel F. Febles

La fuerza de la razón y la razón de la fuerza revisten el poema que tan gratamente presentas.

No hace falta preguntar al corazón que explique lo que siente, pero hay una palabra que lo describe y lo descubre todo: arte.

Un abrazo

Ramón Carballal escribió:Amanecer contigo y la lluvia,
en un paisaje varado
junto a la cúpula del mar
que llega como una lengua de amor.

Tacto y vientre,
luminoso el sencillo gesto de la aurora,
fiel la costumbre del tránsito
con su risa de cristal
y su manso reloj infantil.

Así mi corazón
que madura y siente el calor de los espejos,
la palabra que susurra un lugar común,
los minutos donde no existe
la cruz del infortunio.

Navegar entre las voces,
percibir el aroma de la familia
que va nombrando-o no-las cicatrices
y también el álgido festín de una conquista.

Y nada que subrayar
y nadie que juzgue el futuro,
ni la luz, ni la esperanza.

Como los pájaros
regreso al invierno,
miro la sobriedad de los árboles,
la estalactita perfecta bajo las cornisas
o la escarcha que brota en el silencio
de los automóviles sin luna.

Son macilentos los años para preguntar un por qué,
si el fulgor se ha vestido de nupcias
es posible que en la inmensidad de un crepúsculo
todas las constelaciones se junten en estos labios que unimos,
inconscientes de esa llama
que un día escribió su razón
en la vida que por un momento admiramos.

Hermoso poema, Ramón. Un momento que abarca la grandeza de todo lo bello que nos rodea. Un placer leerte. ERA

Cada entrega es un hallazgo poético. Te superas.
Precioso, Ramón.
Abrazo

José Manuel F. Febles escribió:Un poema con nombre de belleza poética insuperable, de un sentimiento que me ha llegado al corazón, tal vez, amigo, tú lo sepas. Han madurado los años, y sin duda los espejos son fiel reflejo de cuanto dices. Mis felicitaciones son sinceras, pues ante la hermosura y la belleza, no hay quien se rinda.

Desde mi isla, un enorme abrazo, querido amigo y compañero.

José Manuel F. Febles

Gracias, José Manuel. Me alegra que te haya gustado el poema. Un abrazo.

Guillermo Cuesta escribió:La fuerza de la razón y la razón de la fuerza revisten el poema que tan gratamente presentas.

No hace falta preguntar al corazón que explique lo que siente, pero hay una palabra que lo describe y lo descubre todo: arte.

Un abrazo

Gracias, Guillermo, por leerme y comentar. Un abrazo.

Una aventura hermosa pasar por tus versos siempre envueltos en belleza. Abrazos
Pilar

Ramón, en esa última estrofa das sentido a todos los porqués indescifrables. Muy bello, Felicidades.

Un abrazo.
Ignacio