Desde la añoranza
Publicado: Vie, 15 Dic 2017 0:27
"La nostalgia es el bálsamo que alivia las heridas que quedan
después de todo cuanto vamos perdiendo en nuestra vida"
(R. V.)
Con cuanta añoranza se escucha la voz del tiempo,
ahora que me llama mientras desando mis huellas
y en cada desilusión naufragan todos los años que arrojé
sobre la nada y se hacen arrugas que encallan en el alma.
En plenitud las cicatrices silenciosas de tu nombre duelen
porque aún en la sangre me arde el vino del deseo y yo
me fugo con su fiebre hasta donde los zorzales anidan
en tu corazón y convierten en música la tristeza cotidiana
porque en los arrecifes de mi piel se exilian los marinos
que sueñan con fábulas que jamás pisaron tierra dentro.
Y advierto que este lenguaje desnudo se desliza lábil
a través de un hielo amortajado, frágiles témpanos nacen
en los pliegues de tus labios que adormecidos no sonríen,
pero bajo la tristeza se esconde el crepúsculo de tu risa
y con su alegría la inmensidad del futuro se ilumina.
En este instante que todo parece cubrirse de herrumbre,
presiento que avanzas sobre el aíre como un éxodo de gaviotas
que se protegen con el rumbo a la deriva que fijan las mareas,
aunque yo jamás podré abarcar la envergadura de su vuelo. Pero
ya nada importa porque el viento me acerca la cadencia de la lluvia
resbalando húmeda por tu espalda y me arranca ese espejismo
que emerge temprano de tus pechos de adolescente en celo
para que germines como dulce drama en la génesis de mis versos,
con tu forma primigenia, ondina que habitas los palacio del agua.
Vienes con la desnudez del mar, galopando sobre olas de espuma
y me entregas esta luz de diciembre que madura en los sargazos.
Eres como el preludio de una elegía escrita en el diario de la luna
que hoy regresas entre la niebla hasta mis días porque la noche
es un sortilegio que surge desde el frío mientras todo de ti
codicia hacerse lumbre y morir en las cenizas del olvido.
después de todo cuanto vamos perdiendo en nuestra vida"
(R. V.)
Con cuanta añoranza se escucha la voz del tiempo,
ahora que me llama mientras desando mis huellas
y en cada desilusión naufragan todos los años que arrojé
sobre la nada y se hacen arrugas que encallan en el alma.
En plenitud las cicatrices silenciosas de tu nombre duelen
porque aún en la sangre me arde el vino del deseo y yo
me fugo con su fiebre hasta donde los zorzales anidan
en tu corazón y convierten en música la tristeza cotidiana
porque en los arrecifes de mi piel se exilian los marinos
que sueñan con fábulas que jamás pisaron tierra dentro.
Y advierto que este lenguaje desnudo se desliza lábil
a través de un hielo amortajado, frágiles témpanos nacen
en los pliegues de tus labios que adormecidos no sonríen,
pero bajo la tristeza se esconde el crepúsculo de tu risa
y con su alegría la inmensidad del futuro se ilumina.
En este instante que todo parece cubrirse de herrumbre,
presiento que avanzas sobre el aíre como un éxodo de gaviotas
que se protegen con el rumbo a la deriva que fijan las mareas,
aunque yo jamás podré abarcar la envergadura de su vuelo. Pero
ya nada importa porque el viento me acerca la cadencia de la lluvia
resbalando húmeda por tu espalda y me arranca ese espejismo
que emerge temprano de tus pechos de adolescente en celo
para que germines como dulce drama en la génesis de mis versos,
con tu forma primigenia, ondina que habitas los palacio del agua.
Vienes con la desnudez del mar, galopando sobre olas de espuma
y me entregas esta luz de diciembre que madura en los sargazos.
Eres como el preludio de una elegía escrita en el diario de la luna
que hoy regresas entre la niebla hasta mis días porque la noche
es un sortilegio que surge desde el frío mientras todo de ti
codicia hacerse lumbre y morir en las cenizas del olvido.