Cuarto Menguante
Publicado: Mar, 15 Jul 2008 22:35
Cuarto menguante

I
Las flechas no describen el camino,
apenas están ahí, como índices
pintados en los libros.
Los primeros que aparecen son los feroces;
les consume el terror de la blandura,
la ingenua desnudez,
la certeza de las flechas perdidas.
Derrumba la niebla
sobre algún sendero,
se traga la mitad de la luna,
borra las empalizadas
de los siglos,
y uno a uno aparece
en su uniciclo,
los arrebatados,
los que en parasoles
embarcan hundirse en la espesura,
y repentinamente se les ve
ascender
entre las olas del humo.
Son surfistas de sueños enterrados en las nubes,
sus máquinas voladoras emiten el sonido de los zipers;
se abren y cierran dejando caer
de sus mochilas trapos de colores
cual papalotes que se fueron a pique.
II
Sucede el camino desde que se borra,
desde de que se le quitan las bisagras a las puertas,
y las ventanas son marcos que esperan
llenarse con los semblantes;
aquel asomo irrenunciable
que derrama el tálamo.
III
El cuarto menguante
exprime los ojos del testigo,
enmudece el palpitar del martillo,
joroba el cuello de la hora engreída,
y hace toser al mudo palabras.
Interpretación de abanicos,
abren y cierran,
el calor languidece los dedos
sobre el teclado del piano,
entonces es siempre posible
morir en medio de la visita,
tupirse los recodos de las alas
en las habitaciones contiguas,
herejemente arrepentirse
de no haber salido hoy
a contemplar el desordenado
fulgor de las estrellas.
Es posible entender las piedras del río
donde cayeran, copiosas,
las obscenidades y las exigentes
espinas de los bastidores.
IV
Lectura de señas
en los callejones,
en los ingenios
de cañas en cuadritos.
Los feroces son pequeños
a la par de la sofisticada caricia,
Siempre son la verdad,
la ley,
el regocijo del fondo de los muslos.
El emporio del mundo acuña
el cofre de las empatías,
se aprende el sonido de la gotera
al esculpir la gruta,
conoce una lamosa tranquilidad
donde transita la maña
colgada en sus versos invisibles.
Hipócritas, esos son los que construyen el camino
la zanja donde dejan caer la tapa del cielo
y sofocan en su sueño a los niños.
E. R. Aristy
ERA©2008/Bisagras

I
Las flechas no describen el camino,
apenas están ahí, como índices
pintados en los libros.
Los primeros que aparecen son los feroces;
les consume el terror de la blandura,
la ingenua desnudez,
la certeza de las flechas perdidas.
Derrumba la niebla
sobre algún sendero,
se traga la mitad de la luna,
borra las empalizadas
de los siglos,
y uno a uno aparece
en su uniciclo,
los arrebatados,
los que en parasoles
embarcan hundirse en la espesura,
y repentinamente se les ve
ascender
entre las olas del humo.
Son surfistas de sueños enterrados en las nubes,
sus máquinas voladoras emiten el sonido de los zipers;
se abren y cierran dejando caer
de sus mochilas trapos de colores
cual papalotes que se fueron a pique.
II
Sucede el camino desde que se borra,
desde de que se le quitan las bisagras a las puertas,
y las ventanas son marcos que esperan
llenarse con los semblantes;
aquel asomo irrenunciable
que derrama el tálamo.
III
El cuarto menguante
exprime los ojos del testigo,
enmudece el palpitar del martillo,
joroba el cuello de la hora engreída,
y hace toser al mudo palabras.
Interpretación de abanicos,
abren y cierran,
el calor languidece los dedos
sobre el teclado del piano,
entonces es siempre posible
morir en medio de la visita,
tupirse los recodos de las alas
en las habitaciones contiguas,
herejemente arrepentirse
de no haber salido hoy
a contemplar el desordenado
fulgor de las estrellas.
Es posible entender las piedras del río
donde cayeran, copiosas,
las obscenidades y las exigentes
espinas de los bastidores.
IV
Lectura de señas
en los callejones,
en los ingenios
de cañas en cuadritos.
Los feroces son pequeños
a la par de la sofisticada caricia,
Siempre son la verdad,
la ley,
el regocijo del fondo de los muslos.
El emporio del mundo acuña
el cofre de las empatías,
se aprende el sonido de la gotera
al esculpir la gruta,
conoce una lamosa tranquilidad
donde transita la maña
colgada en sus versos invisibles.
Hipócritas, esos son los que construyen el camino
la zanja donde dejan caer la tapa del cielo
y sofocan en su sueño a los niños.
E. R. Aristy
ERA©2008/Bisagras