Editorial Alaire

...

No hay ruido más intenso que el de un hombre que se quiebra,
no hay ruido más inmenso que el de la soledad. Ni los glaciares
crujiendo el tiempo, ni el roble cuando se desgaja. Cómo será
la luz que acompañe a la vida cuando se queje y deje de soñar,
cansada del sonido de tantas quiebras. La vida advierte, indica,
aunque a veces duerma muda emboscada en lo indeterminado.
Las elegías del caos que nos abrochan a la incertidumbre, solos
en este volumen de pérdida y evocación, totalidad encadenada
en la que acordar los límites de la asimetría es voluntad absurda.

Ayer me descolgué, de balcón en balcón,
entre los metales de las ciudades invertidas,
esas por las que pasear demanda juicio,
donde sus habitantes viven cabeza abajo
congestionados por la rabia, irritados, flojos
con piernas de alambre y voces de motor,
ahogados en el polvo de las cosas muertas.

Resultan ferozmente nocturnas a la luz del día. Todo oro y ceniza.

Cualquier paseo, los salones de los bares,
las puertas de los parques. Todo de oro y ceniza.
Buscaba la poética de los vivos y sólo zombis
me saludaban invitándome a bailar banderas,
todos celebrando el fervor de la solidaria soledad
pintados por la ira del narciso, todos sordos.
Olía a la almizclada obscenidad de los sexos
agitados, olía a turba oscura y a guerra, a vino,
a sangre primitiva, a embutido seco, a soberbia.

Exclamé en voz alta. Grité.
¡Poetas!
Callaron. El silencio de un mar de goma cuajó la masa amarillenta,
irracional, excitada por los neones de las iglesias, de los pueblos,
de las razas, de las necias respuestas de las obtusas complacencias.
Poetas, si calláis,
desalojarán el pasado del futuro viejos arcángeles, locos conscientes
con espadas de bits, amortajarán la vida desbravada. Nos quebrarán.

Me miraron unos niños.
Un obispo junto a su perro leía en su iPad el apocalipsis del domingo.

...

Si los poetas callan, o mienten, está todo perdido. Un poema muy interesante y atractivo. Te felicito, Ignacio. Un abrazo.

Una visión lúcida y pesimista del hombre y de la sociedad en que vivimos; el hombre solitario, quebrado, apenas capaz de encarar su destino, pero que se hace fuerte, arrogante, fundiéndose en la multitud, alentado por la sinrazón de oscuros ideales.

Excelente poema, Ignacio. Me ha encantado.

Un abrazo.

Extraordinario poema, interesante lo que nos cuenta, aceptando su último suspiro humano.
Pero la ceguera y la estupidez no creo que hagan callar nunca al poeta. (espero que no)
Un placer leerte, Ignacio
Un abrazo

Ignacio, he disfrutado con el poema. El cierre, bellísimo. Un abrazo, amigo, gracias por compartirlo.

Hay veces que el silenci clama y que el poeta siente. Siente que la palabra es lanza y que la lanza hiere incluso
antes de rechazarla.

Un abrazo y una asimetría cuasi cuasi pluscuanperfecta.

Un abrazo

Magnífico poema donde se impone la soledad del hombre, aunque esté rodeado de otros igualmente solos y desamparados en este mundo caótico e indiferente. Me ha atrapado esta lectura.
Saludos, Guillermo

Excelente poema, Ignacio. Entiendo que habla de soledad, que refleja a un hombre perdido o no comprendido. Metáforas e imágenes impactantes, rotundas, con sentido, de alta gama, por así decirlo, que no dejan indiferente. Hay todo lo bueno en este magnífico poema. Un placer pasarme por tus letras.

Mi enhorabuena.

Un abrazo.

Ignacio Mincholed escribió:...

No hay ruido más intenso que el de un hombre que se quiebra,
no hay ruido más inmenso que el de la soledad. Ni los glaciares
crujiendo el tiempo, ni el roble cuando se desgaja. Cómo será
la luz que acompañe a la vida cuando se queje y deje de soñar,
cansada del sonido de tantas quiebras. La vida advierte, indica,
aunque a veces duerma muda emboscada en lo indeterminado.
Las elegías del caos que nos abrochan a la incertidumbre, solos
en este volumen de pérdida y evocación, totalidad encadenada
en la que acordar los límites de la asimetría es voluntad absurda.

Ayer me descolgué, de balcón en balcón,
entre los metales de las ciudades invertidas,
esas por las que pasear demanda juicio,
donde sus habitantes viven cabeza abajo
congestionados por la rabia, irritados, flojos
con piernas de alambre y voces de motor,
ahogados en el polvo de las cosas muertas.

Resultan ferozmente nocturnas a la luz del día. Todo oro y ceniza.

Cualquier paseo, los salones de los bares,
las puertas de los parques. Todo de oro y ceniza.
Buscaba la poética de los vivos y sólo zombis
me saludaban invitándome a bailar banderas,
todos celebrando el fervor de la solidaria soledad
pintados por la ira del narciso, todos sordos.
Olía a la almizclada obscenidad de los sexos
agitados, olía a turba oscura y a guerra, a vino,
a sangre primitiva, a embutido seco, a soberbia.

Exclamé en voz alta. Grité.
¡Poetas!
Callaron. El silencio de un mar de goma cuajó la masa amarillenta,
irracional, excitada por los neones de las iglesias, de los pueblos,
de las razas, de las necias respuestas de las obtusas complacencias.
Poetas, si calláis,
desalojarán el pasado del futuro viejos arcángeles, locos conscientes
con espadas de bits, amortajarán la vida desbravada. Nos quebrarán.

Me miraron unos niños.
Un obispo junto a su perro leía en su iPad el apocalipsis del domingo.

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Excelso, a prueba de de escrutinio. Tu elocuente poema me sobrecoge! ERA

Ignacio Mincholed escribió:...

No hay ruido más intenso que el de un hombre que se quiebra,
no hay ruido más inmenso que el de la soledad. Ni los glaciares
crujiendo el tiempo, ni el roble cuando se desgaja. Cómo será
la luz que acompañe a la vida cuando se queje y deje de soñar,
cansada del sonido de tantas quiebras. La vida advierte, indica,
aunque a veces duerma muda emboscada en lo indeterminado.
Las elegías del caos que nos abrochan a la incertidumbre, solos
en este volumen de pérdida y evocación, totalidad encadenada
en la que acordar los límites de la asimetría es voluntad absurda.

Ayer me descolgué, de balcón en balcón,
entre los metales de las ciudades invertidas,
esas por las que pasear demanda juicio,
donde sus habitantes viven cabeza abajo
congestionados por la rabia, irritados, flojos
con piernas de alambre y voces de motor,
ahogados en el polvo de las cosas muertas.

Resultan ferozmente nocturnas a la luz del día. Todo oro y ceniza.

Cualquier paseo, los salones de los bares,
las puertas de los parques. Todo de oro y ceniza.
Buscaba la poética de los vivos y sólo zombis
me saludaban invitándome a bailar banderas,
todos celebrando el fervor de la solidaria soledad
pintados por la ira del narciso, todos sordos.
Olía a la almizclada obscenidad de los sexos
agitados, olía a turba oscura y a guerra, a vino,
a sangre primitiva, a embutido seco, a soberbia.

Exclamé en voz alta. Grité.
¡Poetas!
Callaron. El silencio de un mar de goma cuajó la masa amarillenta,
irracional, excitada por los neones de las iglesias, de los pueblos,
de las razas, de las necias respuestas de las obtusas complacencias.
Poetas, si calláis,
desalojarán el pasado del futuro viejos arcángeles, locos conscientes
con espadas de bits, amortajarán la vida desbravada. Nos quebrarán.

Me miraron unos niños.
Un obispo junto a su perro leía en su iPad el apocalipsis del domingo.

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Guauuu Ignacio no se que decir...Inmenso y con una fuerza inexplicable.
Te aplaudo compañero.
Un abrazo grande.

Luis M. escribió:Si los poetas callan, o mienten, está todo perdido. Un poema muy interesante y atractivo. Te felicito, Ignacio. Un abrazo.

Qué razón tienes, Luis. Gracias por la nota que aprecio.

Un abrazo.
Ignacio

Magnífico poema, Ignacio, con fuerza e imágenes logradas. Me gustó mucho
Abrazos
Pilar

Me ha sorprendido la lúcida profundidad del poema. Aplaudo el admirable giro de tu poética: me sobrecoge el tema y me emociona el orden.

Abrazos, amigo.
Óscar

Rosa Marzal escribió:Una visión lúcida y pesimista del hombre y de la sociedad en que vivimos; el hombre solitario, quebrado, apenas capaz de encarar su destino, pero que se hace fuerte, arrogante, fundiéndose en la multitud, alentado por la sinrazón de oscuros ideales.

Excelente poema, Ignacio. Me ha encantado.

Un abrazo.

Así es, Rosa. Gracias por la nota y el comentario que aprecio.

Un abrazo.
Ignacio

Carmen Pla escribió:Extraordinario poema, interesante lo que nos cuenta, aceptando su último suspiro humano.
Pero la ceguera y la estupidez no creo que hagan callar nunca al poeta. (espero que no)
Un placer leerte, Ignacio
Un abrazo

Espero que no, pero abundan tanto...
Gracias Carmen, aprecio tus lecturas y comentarios.

Un abrazo.
Ignacio