Los álamos del río, el trigo y la amapola,
Los caminos de cardos y el calor del estío,
La cantarina fuente y la azucena roja.
Me conoce el silencio más que ninguna cosa
Y la gaita que suena en mi sueño infatil,
El trillo de la era y la arcilla luciente
Y las lágrimas blancas de los días de abril.
Me conoce el brasero, el frío y la castaña,
Y la manta rayada, el naipe y el briscar,
La red, la tierra roja, me conoce el que engaña,
El añil de la nieve y el turbio manantial.
Me conoce la sangre y la blanca cigüeña,
El aula de la escuela y la tórtola gris,
Me conoce la cabra y el plato de aluminio,
El valle, la montaña y la flor de alhelí.
Me conoce el pan blanco y el aceite de oliva,
El iris de las bolas y las verdes chumberas
Y la ortiga que muerde oculta entre los ripios
y la breva temprana con frescura sutil.
Me conoce el asfalto, el carbono y la niebla,
Y el laberinto extraño de una vieja ciudad.
Me conocen los parques, los bares y las peñas,
Las calles y avenidas con torres de cristal.
Me conoce la sombra y la luz de alborada
Que me deslumbra el alma y me hace despertar...
Y en una intertidumbre eterna y desolada
No puedo conocer mi propia realidad.
Autor: Rafael