Una mirada retrospectiva
Publicado: Dom, 10 Sep 2017 11:04
Un rincón de cielo raso como testigo
tirita perplejo como si fuera ayer.
Mece la suave brisa de los árboles
empeñando el lugar
de un refugio de puertas y ventanas,
de otro mundo y otra atmósfera.
Tú, eres ese ave de paso con aroma de árbol,
penetrante.
La advertencia del pasado
con un tiempo de pie más joven y vigoroso,
peregrinando "otro" de mejor humor.
Me traes un arcón de frivolidades,
de recuerdos de telas y fotografías,
de todo lo visible de expresión.
Ya no veo crecer la vid sin dientes y uñas,
sin extrañar de aquellos días
la flor de mi pubertad
como si no hubiera existido.
Mi propósito ahora,
es recorrer tu área como rico material,
con innumerables láminas extremando la delicia.
Rebuscando el desierto de mi extravío
captando con bellos instantes
la exactitud y la ductilidad.
Exacto y claro
como la imagen que liga todos mis diálogos,
agazapada siempre y cada día
con una mezcla de triste adolescencia,
de apabullante semejanza en la mirada triste
de una muerte prematura.
Ahora, te miro con curiosidad.
Con el mismo amor y ardiente obsesión
con que estudio el brillo de mi cuerpo desnudo
o la sonrisa de un niño.
Ya no te pertenezco sin una diminuta ondina
a la espera de la chispa abismada.
Ni pertenezco a un pliegue de sudor
de tremenda inquietud jubilosa.
Todo en movimiento me provoca
haber pasado muchas añoranzas,
algo bueno y digno con un motivo
para vendar heridas;
e inventar cualquier ocasión insignificante
que me permitiera escapar, huir y distraerme.
Te lo digo con gratitud y sin esconderme
multiplicada y centuplicada,
para llegar a tus manos y a tus ojos.
Para escuchar los ruidos a la creciente gota de tus dedos
y de todos nuestros manejos clandestinos.
Dejando soplos y enhebrando la aguja,
juntando nuestros hilos con paciencia
para zurcir y remendar todos los agujeros.
A veces, aún te recibo.
Todo me lleva a ti para armonizar
un cielo sin pintarlo de cobalto.
Porque los rosales son más bonitos
cuando están cubiertos de hojas,
y entre el blando follaje te asomas tú,
indispensable, sin olvido,
indescriptible en tu envoltorio de ramas
anticipando futuras rosas.
Nosotros siempre nos hemos sentido bien
dentro de nuestra piel,
con palabras o con colores o con sonidos.
Es lo único que importa.
tirita perplejo como si fuera ayer.
Mece la suave brisa de los árboles
empeñando el lugar
de un refugio de puertas y ventanas,
de otro mundo y otra atmósfera.
Tú, eres ese ave de paso con aroma de árbol,
penetrante.
La advertencia del pasado
con un tiempo de pie más joven y vigoroso,
peregrinando "otro" de mejor humor.
Me traes un arcón de frivolidades,
de recuerdos de telas y fotografías,
de todo lo visible de expresión.
Ya no veo crecer la vid sin dientes y uñas,
sin extrañar de aquellos días
la flor de mi pubertad
como si no hubiera existido.
Mi propósito ahora,
es recorrer tu área como rico material,
con innumerables láminas extremando la delicia.
Rebuscando el desierto de mi extravío
captando con bellos instantes
la exactitud y la ductilidad.
Exacto y claro
como la imagen que liga todos mis diálogos,
agazapada siempre y cada día
con una mezcla de triste adolescencia,
de apabullante semejanza en la mirada triste
de una muerte prematura.
Ahora, te miro con curiosidad.
Con el mismo amor y ardiente obsesión
con que estudio el brillo de mi cuerpo desnudo
o la sonrisa de un niño.
Ya no te pertenezco sin una diminuta ondina
a la espera de la chispa abismada.
Ni pertenezco a un pliegue de sudor
de tremenda inquietud jubilosa.
Todo en movimiento me provoca
haber pasado muchas añoranzas,
algo bueno y digno con un motivo
para vendar heridas;
e inventar cualquier ocasión insignificante
que me permitiera escapar, huir y distraerme.
Te lo digo con gratitud y sin esconderme
multiplicada y centuplicada,
para llegar a tus manos y a tus ojos.
Para escuchar los ruidos a la creciente gota de tus dedos
y de todos nuestros manejos clandestinos.
Dejando soplos y enhebrando la aguja,
juntando nuestros hilos con paciencia
para zurcir y remendar todos los agujeros.
A veces, aún te recibo.
Todo me lleva a ti para armonizar
un cielo sin pintarlo de cobalto.
Porque los rosales son más bonitos
cuando están cubiertos de hojas,
y entre el blando follaje te asomas tú,
indispensable, sin olvido,
indescriptible en tu envoltorio de ramas
anticipando futuras rosas.
Nosotros siempre nos hemos sentido bien
dentro de nuestra piel,
con palabras o con colores o con sonidos.
Es lo único que importa.