Monólogo de la sombra de un divorciado
Publicado: Sab, 09 Sep 2017 21:16
El insomnio ha hecho que la profundidad del mar llegue a tus ojos
en forma de sushi.
Demasiada razón para seguir viviendo
es todo lo que te rodea,
y hay un rumor de eclipses en las cartas que lees
sin mirar el expedidor
porque, llegado a una edad, ya no te importan
las pelucas de las palabras vacías
ni los vacíos empelucados por ondulantes palabras
que, en su desobediencia, vociferan
ser de nadie.
Llegado a una edad de camas sin tender
y otras cúspides inversas a la infancia
le averiguas el pulso a tu corazón
porque ya te fastidia esa novela de latidos
en la que muy pocas veces eres protagonista
y lo demás es pura sangre.
Aprendiste a pronunciar
todos los trabalenguas del suicidio
y te has convertido en traductor de bombillas apagadas,
la gente dice que el monstruo ha muerto, mirado para tu ventana
y es cierto, ya no hay monstruos sino recetas
que te mantengan a ras de los días.
Hace tiempo que no bailas, cuerpo abatido.
Tus huesos ya son herencia púrpura del resentimiento.
Llegará el día cuando no serás mío
y entonces eso que llamamos luz
pero realmente es abrigo de buitres
te envolverá como a un rey
y tendrás tu corona de sábados
así como la quisiste,
y yo tendré un vals de recuerdos
para bailar junto a las sombras sin dueño.
Y, como sostuvo dios al primer pájaro
sin saber de qué barro habría que moldear sus alas
para que no se quiebren en el aire,
sostendré tu calvario.
Hay que saber que esos pájaros lentos a volar
son como tú, una mezcla de barros
inmerecidamente privilegiados,
barros de otros barros que han conocido la gracia divina
por error.
en forma de sushi.
Demasiada razón para seguir viviendo
es todo lo que te rodea,
y hay un rumor de eclipses en las cartas que lees
sin mirar el expedidor
porque, llegado a una edad, ya no te importan
las pelucas de las palabras vacías
ni los vacíos empelucados por ondulantes palabras
que, en su desobediencia, vociferan
ser de nadie.
Llegado a una edad de camas sin tender
y otras cúspides inversas a la infancia
le averiguas el pulso a tu corazón
porque ya te fastidia esa novela de latidos
en la que muy pocas veces eres protagonista
y lo demás es pura sangre.
Aprendiste a pronunciar
todos los trabalenguas del suicidio
y te has convertido en traductor de bombillas apagadas,
la gente dice que el monstruo ha muerto, mirado para tu ventana
y es cierto, ya no hay monstruos sino recetas
que te mantengan a ras de los días.
Hace tiempo que no bailas, cuerpo abatido.
Tus huesos ya son herencia púrpura del resentimiento.
Llegará el día cuando no serás mío
y entonces eso que llamamos luz
pero realmente es abrigo de buitres
te envolverá como a un rey
y tendrás tu corona de sábados
así como la quisiste,
y yo tendré un vals de recuerdos
para bailar junto a las sombras sin dueño.
Y, como sostuvo dios al primer pájaro
sin saber de qué barro habría que moldear sus alas
para que no se quiebren en el aire,
sostendré tu calvario.
Hay que saber que esos pájaros lentos a volar
son como tú, una mezcla de barros
inmerecidamente privilegiados,
barros de otros barros que han conocido la gracia divina
por error.