Editorial Alaire

A las tres de la madrugada
escucho las hojas de las acacias
quejándose por no volar
y estar sometidas a la voluntad del viento.
¿Qué voluptuosidad se encarga
de provocar a los otoños
que irrumpan como un río de plastilina,
si hace años que no le escribo cartas a mi alma?
El perro me vigila desde unos peldaños de mármol.
¿Qué haces allá, ángel, qué traman
tus adjetivos de nieve?
Oh, le quieres poner a mi esqueleto
un espejo en frente
para averiguar si sus cuencas
aguantan tal vértigo.
Pero no, no eres tú. Me he equivocado.
Es el perro que acaba de oler
a lo lejos, su silueta de bailarina.
Ella se fue, no la esperes, perro.
Ella quiso acacias sin hojas
y un hombre sin caducidad.
Tú dile que Beethoven caduca,
ladra a los cuatro puntos cardinales
y no mires tanto ese esqueleto,
no le des visa para que transite
la frontera del jamás.

Es impresionante tu capacidad para crear versos perennes...
Un placer de lectura, compañero, un abrazo.

Aplaudo el equilibrio de tus formas y aventuras y pongo in situ" la cordura de ver de cerca lo que aparece con reflejos
de ver de lejos lo cecano y de cerca lo de lejos.

Un abrazo

Mi estimado amigo. Me gusta esta bitácora, me permite acompañarte en tus noches, mirar por tus ojos y sentir cómo huelen las hojas, como se mece el perro y cómo ladra Beethoven.
Un abrazo.

Se te coló una "c" en la palabra adjetivos.

Un poema en el que destaca la enorme fuerza de su simbología: Beethoven muerto, el perro, las acacias lamentándose de su destino...
Como siempre, un lujo adentrarse en los mágicos territorios de tu poesía, Marius.

Abrazos, querido amigo.

Tu imaginación se desborda por los versos. Un poema muy tuyo que me encantó leer
Besos
Pilar

Muchas gracias por leerme, Rosa, Guillermo, Armilo, Rosa, Pilar, gracias por hacer sentida vuestra presencia. Mis abrazos sinceros.

Sube esta maravilla para disfrute de todos.

Abrazo enorme, querido amigo.

Maravilla de imaginación.
Salud

Marius,

siempre me sorprende y me apasiona ese mundo tan original, tan extraordinario, que nos traes con tus letras. Es como asomarse por un agujero negro a otro universo, caótico y despeinado, pero tan raramente bello.

Un abrazo.

Marius Gabureanu escribió: A las tres de la madrugada
escucho las hojas de las acacias
quejándose por no volar
y estar sometidas a la voluntad del viento.
¿Qué voluptuosidad se encarga
de provocar a los otoños
que irrumpan como un río de plastilina,
si hace años que no le escribo cartas a mi alma?
El perro me vigila desde unos peldaños de mármol.
¿Qué haces allá, ángel, qué traman
tus adjetivos de nieve?
Oh, le quieres poner a mi esqueleto
un espejo en frente
para averiguar si sus cuencas
aguantan tal vértigo.
Pero no, no eres tú. Me he equivocado.
Es el perro que acaba de oler
a lo lejos, su silueta de bailarina.
Ella se fue, no la esperes, perro.
Ella quiso acacias sin hojas
y un hombre sin caducidad.
Tú dile que Beethoven caduca,
ladra a los cuatro puntos cardinales
y no mires tanto ese esqueleto,
no le des visa para que transite
la frontera del jamás.

El poema adquiere una fuerza inusitada en cada verso que avanza en su lectura y la lectura en voz alta lo envuelve en su armonía como una caja mágica de la que emana toda la belleza.
Salud.

Muy bello trabajo, amigo Marius.
Abrazos.

Me gustó el poema. Uno se zambulle en él y al poco se da cuenta que está traspasando una frontera a otra parte que le es desconocida pero propia. Gracias por compartir el poema.

Saludos

Àlex