Brindemos, que nunca es tarde
Publicado: Mar, 05 Sep 2017 0:12
Alzad conmigo las copas que he llenado con la paz de un vino amable
y brindemos por los enemigos muertos que nunca gozarán nuestras derrotas.
Por los apóstatas del vicio que arañan el sexo como un felino en celo.
Por los que al mejor postor venden su alma y no alcanzan la gloria prometida.
Por la patria expropiada a la infancia en cuyas ruinas se acomoda el pasado.
Por la seducción de la palabra que siempre aniquila el rencor de las mordazas.
Por el coraje de la luz que al despotismo de las sombras subversiva resiste.
Por la libertad que en carne viva se desnuda y a la intemperie pernocta.
Por la soledad con actitud cleptómana que nos roba los besos que no damos.
Por los sueños inconclusos que con la ansiedad de una utopía palpitan.
Por la impúdica excitación del desenfreno que a la abstinencia inunda.
Por el arrojo de un hombre acorralado cuyos puños van desgarrando el aire.
Por la esperanza en manos de los suicidas que la envuelven con su mortaja.
Por quienes mendigan pasión y cada noche tienen cita en el motel del fracaso.
Por la crónica enfermiza de la carne sin hallar el deseo caníbal que la devore.
Por las heridas del tiempo que vamos remendando con jirones de futuro.
Por el diario de la lluvia que con sus lagrimas escribe quien nunca fue amado.
Por el mar para que sus labios de sal no ofrezcan los besos igual que Judas.
Por los huérfanos del amor que en la resaca del amanecer sus decepción agotan.
Por los que amortiguan con la Visa del pecado su hipoteca con vistas al infierno.
Por los náufragos que en el fondo de los vasos no encuentran más respuestas.
Por los ausentes que nos dejaron sus nombres tatuados en la piel del corazón.
Por las arrugas del alma que delante el espejo la mentira dominan con maestría.
Por los recuerdos que la nostalgia se negó a escribirles un merecido epitafio.
Por los poetas que armados con sus fusiles de versos disparan balas de justicia.
Por el aguardiente que destiló el olvido y emborracharnos de vida jamás pudo.
Por los culpables de vivir al límite y sólo en los suburbios hallan clemencia.
Por la ternura que tanto codiciamos y permanente en los burdeles se pudre.
Por los parias condenados a limpiar las pústulas de la Historia con su sangre.
Y por todos nosotros que caminamos bajo palio de un Dios que ya no ampara.
y brindemos por los enemigos muertos que nunca gozarán nuestras derrotas.
Por los apóstatas del vicio que arañan el sexo como un felino en celo.
Por los que al mejor postor venden su alma y no alcanzan la gloria prometida.
Por la patria expropiada a la infancia en cuyas ruinas se acomoda el pasado.
Por la seducción de la palabra que siempre aniquila el rencor de las mordazas.
Por el coraje de la luz que al despotismo de las sombras subversiva resiste.
Por la libertad que en carne viva se desnuda y a la intemperie pernocta.
Por la soledad con actitud cleptómana que nos roba los besos que no damos.
Por los sueños inconclusos que con la ansiedad de una utopía palpitan.
Por la impúdica excitación del desenfreno que a la abstinencia inunda.
Por el arrojo de un hombre acorralado cuyos puños van desgarrando el aire.
Por la esperanza en manos de los suicidas que la envuelven con su mortaja.
Por quienes mendigan pasión y cada noche tienen cita en el motel del fracaso.
Por la crónica enfermiza de la carne sin hallar el deseo caníbal que la devore.
Por las heridas del tiempo que vamos remendando con jirones de futuro.
Por el diario de la lluvia que con sus lagrimas escribe quien nunca fue amado.
Por el mar para que sus labios de sal no ofrezcan los besos igual que Judas.
Por los huérfanos del amor que en la resaca del amanecer sus decepción agotan.
Por los que amortiguan con la Visa del pecado su hipoteca con vistas al infierno.
Por los náufragos que en el fondo de los vasos no encuentran más respuestas.
Por los ausentes que nos dejaron sus nombres tatuados en la piel del corazón.
Por las arrugas del alma que delante el espejo la mentira dominan con maestría.
Por los recuerdos que la nostalgia se negó a escribirles un merecido epitafio.
Por los poetas que armados con sus fusiles de versos disparan balas de justicia.
Por el aguardiente que destiló el olvido y emborracharnos de vida jamás pudo.
Por los culpables de vivir al límite y sólo en los suburbios hallan clemencia.
Por la ternura que tanto codiciamos y permanente en los burdeles se pudre.
Por los parias condenados a limpiar las pústulas de la Historia con su sangre.
Y por todos nosotros que caminamos bajo palio de un Dios que ya no ampara.