Oda a los nenúfares
Publicado: Mar, 29 Ago 2017 2:23
Son esos ocasos que cambian los nenúfares de sitio
y los dirige muy cerca a mis pies.
Tu fiel ausencia
aprendió a ladrar a otras ausencias.
Se huelen entre sí, desde lejos,
mis actos de colibrí,
las efímeras piruetas en el aire
de un alma demasiado ínfima para difundir
más que un zumbido teatral
y tu manía de dedicarle tiempo a la majestuosidad de los cadáveres
-tal vez, lo que viste en mí,
lo que ahora son nenúfares a mis pies-.
¡Cómo te extraño cuando la tarde violeta
se vuelve un espejo paralizado
que conseva la sola imagen
de tu piel reivindicando un templo de sepias!
Y así comprendo la monotonía,
un cielo dibujado en las arterias,
un sonido irreal de serpiente enamorada,
un espejismo de rayos poseido
por los pétalos de tu venganza.
Miro a un barco hundido
y la claridad del agua
me duele.
Es un pantano rígido,
que no se puede llevar a la casa
como a una de las historias que contar
para que las sábanas no comiencen su rito de serpiente enamorada,
para que la soledad sea un veneno aconsejable,
y los nenúfares se abren a mis pies
y me evocan
en su blanco desvanecimiento.
y los dirige muy cerca a mis pies.
Tu fiel ausencia
aprendió a ladrar a otras ausencias.
Se huelen entre sí, desde lejos,
mis actos de colibrí,
las efímeras piruetas en el aire
de un alma demasiado ínfima para difundir
más que un zumbido teatral
y tu manía de dedicarle tiempo a la majestuosidad de los cadáveres
-tal vez, lo que viste en mí,
lo que ahora son nenúfares a mis pies-.
¡Cómo te extraño cuando la tarde violeta
se vuelve un espejo paralizado
que conseva la sola imagen
de tu piel reivindicando un templo de sepias!
Y así comprendo la monotonía,
un cielo dibujado en las arterias,
un sonido irreal de serpiente enamorada,
un espejismo de rayos poseido
por los pétalos de tu venganza.
Miro a un barco hundido
y la claridad del agua
me duele.
Es un pantano rígido,
que no se puede llevar a la casa
como a una de las historias que contar
para que las sábanas no comiencen su rito de serpiente enamorada,
para que la soledad sea un veneno aconsejable,
y los nenúfares se abren a mis pies
y me evocan
en su blanco desvanecimiento.