Medianoche
Publicado: Mar, 22 Ago 2017 23:17
En el aeropuerto la luna está más cerca.
Entre los pinos, la gente que viene y va, presa de sus maletas.
Nos tenemos que agarrar a los recuerdos para quebrar el espejo de la nada.
Siento que hay viajes
para descubrir que nunca hemos llegado a ninguna parte
y sin embargo el alma se divide en cristales y plomo.
El sentirse incompleto se apodera también de la noche.
El autobús es un reloj sabio, que sabe parar el tiempo
aunque fuera por un instante
en el que se puede volver a las obsesiones
y al gesto blanco de taparnos la frente
secando el sudor, como si sirviera
eliminar de los pensamientos a aquellos que nos devuelven a nuestra mortalidad.
Hay vagas sombras devoradas por los pañuelos.
Quisiera preguntarte, vida mía,
si por aquí pasan ciervos,
si uno puede encontrar rasgos de su infancia
en esa laguna de huesos.
Ya no hay nadie en el parador de buses.
He acabado el tabaco, he acabado de contar los conos
rodando hacia el mismo punto
donde la medianoche se escurre por los basaltos
y ahora el tiempo me castiga en la forma de un pájaro
aplastado por los taxis,
en la que reconozco mis tendencias a la soledad.
Entre los pinos, la gente que viene y va, presa de sus maletas.
Nos tenemos que agarrar a los recuerdos para quebrar el espejo de la nada.
Siento que hay viajes
para descubrir que nunca hemos llegado a ninguna parte
y sin embargo el alma se divide en cristales y plomo.
El sentirse incompleto se apodera también de la noche.
El autobús es un reloj sabio, que sabe parar el tiempo
aunque fuera por un instante
en el que se puede volver a las obsesiones
y al gesto blanco de taparnos la frente
secando el sudor, como si sirviera
eliminar de los pensamientos a aquellos que nos devuelven a nuestra mortalidad.
Hay vagas sombras devoradas por los pañuelos.
Quisiera preguntarte, vida mía,
si por aquí pasan ciervos,
si uno puede encontrar rasgos de su infancia
en esa laguna de huesos.
Ya no hay nadie en el parador de buses.
He acabado el tabaco, he acabado de contar los conos
rodando hacia el mismo punto
donde la medianoche se escurre por los basaltos
y ahora el tiempo me castiga en la forma de un pájaro
aplastado por los taxis,
en la que reconozco mis tendencias a la soledad.