Error de cálculo
Publicado: Jue, 10 Ago 2017 8:09
Trato de hallar mil razones
por qué una palabra
sólo se pueda leer.
La razón última de mi amor
es el quid de mi deseo.
Yo misma me siento:
barco, agua
pierdo el conocimiento de la tierra,
de los números y de las rocas,
para ir alegre hacia tu nieve
a correr.
Dicen que la lluvia limpia,
cae sobre los techos y hojas
con su propio lenguaje.
No vemos las nubes
más que a la hora de ponerse el sol,
que da esplendor y se lleva
los demonios.
Y puede uno sentir correr el tiempo (o detenerse)
viendo la hoja elegante con sus gotas de rocío.
¡ No hay diamantes más preciosos en sus líneas fidedignas!
que transcribir en hojas sueltas revolviendo lo caído, sin huir
del único lugar del mundo donde la inteligencia sirva para algo.
Vemos lo alto, la talla y el color, la piel y los párpados
encogidos. Sin remedio le damos - tiempo al tiempo -
de prisa y corriendo.
Con nuestro monólogo hacemos un diálogo
(que a veces es otro) y la verdad me prueba
que la soledad no tiene verbo. No se declina,
y que el mundo tiene ganas de saber algo más
de lo que sabe.
Lo bello y bueno, poco tiene que ver.
Distancia y tiempo entibian las pasiones
con todo lo cursi que resulta lo eterno,
cuando tu color envuelve junto a mis labios
suave declive, donde va a morir a tu boca
nuestro horizonte.
Deja que te bese con una pátina de natural
melancolía, tengo el pecho abierto
y el dolor vacío
inmunizada por el aire del atardecer.
Las horas de ternura las siento aherrojadas en mí.
" No me has vencido tú, sino el mundo sin ti"
y ese mar con fondo
que solo se puede alcanzar ahogada.
El mar de los peces tampoco debe de ser el mar,
como la vida vista desde una cárcel. Y mirar en tu boca
como si acabara de salir de un laberinto viendo las entrañas
de la tierra, el reflejo del cristal de un escaparate
sin tener una razón especial para ver la flor
de canela respirar en ti.
por qué una palabra
sólo se pueda leer.
La razón última de mi amor
es el quid de mi deseo.
Yo misma me siento:
barco, agua
pierdo el conocimiento de la tierra,
de los números y de las rocas,
para ir alegre hacia tu nieve
a correr.
Dicen que la lluvia limpia,
cae sobre los techos y hojas
con su propio lenguaje.
No vemos las nubes
más que a la hora de ponerse el sol,
que da esplendor y se lleva
los demonios.
Y puede uno sentir correr el tiempo (o detenerse)
viendo la hoja elegante con sus gotas de rocío.
¡ No hay diamantes más preciosos en sus líneas fidedignas!
que transcribir en hojas sueltas revolviendo lo caído, sin huir
del único lugar del mundo donde la inteligencia sirva para algo.
Vemos lo alto, la talla y el color, la piel y los párpados
encogidos. Sin remedio le damos - tiempo al tiempo -
de prisa y corriendo.
Con nuestro monólogo hacemos un diálogo
(que a veces es otro) y la verdad me prueba
que la soledad no tiene verbo. No se declina,
y que el mundo tiene ganas de saber algo más
de lo que sabe.
Lo bello y bueno, poco tiene que ver.
Distancia y tiempo entibian las pasiones
con todo lo cursi que resulta lo eterno,
cuando tu color envuelve junto a mis labios
suave declive, donde va a morir a tu boca
nuestro horizonte.
Deja que te bese con una pátina de natural
melancolía, tengo el pecho abierto
y el dolor vacío
inmunizada por el aire del atardecer.
Las horas de ternura las siento aherrojadas en mí.
" No me has vencido tú, sino el mundo sin ti"
y ese mar con fondo
que solo se puede alcanzar ahogada.
El mar de los peces tampoco debe de ser el mar,
como la vida vista desde una cárcel. Y mirar en tu boca
como si acabara de salir de un laberinto viendo las entrañas
de la tierra, el reflejo del cristal de un escaparate
sin tener una razón especial para ver la flor
de canela respirar en ti.