Y sueños son...
Publicado: Sab, 22 Jul 2017 15:15
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Hay niños, ejércitos de niños
(que ya no son tan niños)
pero que sueñan con cosas de niños.
Por ejemplo, que corren por las nubes
(esos malditos días
en que la gravedad de la Tierra
se traga todo atisbo de fe)
Otros muchos también sueñan
que sobrevuelan el mar
escribiendo vidas distintas (y fabulosas)
en cada isla
y cada puerto
que se encuentran por el camino.
Y sueñan
mientras lanzan palos a su perro,
cuando conducen ante un horizonte rojo
sacado de un cuadro impresionista
típico de Van Gogh,
al administrar la dosis recomendada
de suavizante a sus lavadoras
o cuando algo más que sus ojos se funde
contra el cristal de la única ventana
con cielo que hay en la oficina.
Estos niños y niñas
tienen sueños tan disparatados
como que son portada del New York Times
porque han inventado
la pastilla mágica contra el cáncer,
por haber desentrañado un complot internacional
para acabar definitivamente
con el sentido común,
o quizás por meter el gol de la victoria
en la final del próximo mundial de fútbol
en el minuto 32 de la prórroga...
Pero los niños soñadores no tardan en aprender
lo efímero del éxito
(y su incorregible promiscuidad),
las terribles y colaterales consecuencias
de rozar los sueños:
la inmunda causticidad de la/su condición humana.
Es entonces cuando un vacío de hielo recorre
cada milímetro de sus venas,
los ideales encogen, y las playas únicas
y paradisiacas de la imaginación
empiezan a oler a moho y a huevo podrido.
Pero también sucede que algún día
una mínima ráfaga de aire se cuela por sus narices
e incendia esa boba liana neuronal
que va desde los estómagos a las nucas,
y rocía con mil hormigas inquietas
todo su cuerpo...
Y entonces uno de esos niños de repente
quiere más que nunca al paisaje,
a la persona que está frente a él;
ve dentro de los ojos de un animal
o se siente una hermosa y valiosa hoja
del árbol del universo por derecho propio.
Ocasionalmente
algunos de estos niños "infectados"
arrojan sus labios contra otros labios
de manera suicida,
dicen la palabra exacta en el momento exacto.
Incluso detienen el tiempo
y se salvan de un futuro letal
-o se desprenden de algo que era ellos
pero que al mismo tiempo no lo era-
Algunas veces descubren un idioma inédito
(inspirado en la sintaxis simple de los ríos),
un perfume mágico, un sabor imposible,
un nuevo color...
o hasta un planeta que nunca antes estuvo
en una galaxia que nunca antes existió,
-y adquieren el superpoder de contagiar
a quienes están cerca de ellos-
Otras, se despiertan con la boca pastosa,
el alma sudada, como arrugada,
y un viejo conocido (e insoportable)
olor a muerto
que tira para atrás.
___________
Hay niños, ejércitos de niños
(que ya no son tan niños)
pero que sueñan con cosas de niños.
Por ejemplo, que corren por las nubes
(esos malditos días
en que la gravedad de la Tierra
se traga todo atisbo de fe)
Otros muchos también sueñan
que sobrevuelan el mar
escribiendo vidas distintas (y fabulosas)
en cada isla
y cada puerto
que se encuentran por el camino.
Y sueñan
mientras lanzan palos a su perro,
cuando conducen ante un horizonte rojo
sacado de un cuadro impresionista
típico de Van Gogh,
al administrar la dosis recomendada
de suavizante a sus lavadoras
o cuando algo más que sus ojos se funde
contra el cristal de la única ventana
con cielo que hay en la oficina.
Estos niños y niñas
tienen sueños tan disparatados
como que son portada del New York Times
porque han inventado
la pastilla mágica contra el cáncer,
por haber desentrañado un complot internacional
para acabar definitivamente
con el sentido común,
o quizás por meter el gol de la victoria
en la final del próximo mundial de fútbol
en el minuto 32 de la prórroga...
Pero los niños soñadores no tardan en aprender
lo efímero del éxito
(y su incorregible promiscuidad),
las terribles y colaterales consecuencias
de rozar los sueños:
la inmunda causticidad de la/su condición humana.
Es entonces cuando un vacío de hielo recorre
cada milímetro de sus venas,
los ideales encogen, y las playas únicas
y paradisiacas de la imaginación
empiezan a oler a moho y a huevo podrido.
Pero también sucede que algún día
una mínima ráfaga de aire se cuela por sus narices
e incendia esa boba liana neuronal
que va desde los estómagos a las nucas,
y rocía con mil hormigas inquietas
todo su cuerpo...
Y entonces uno de esos niños de repente
quiere más que nunca al paisaje,
a la persona que está frente a él;
ve dentro de los ojos de un animal
o se siente una hermosa y valiosa hoja
del árbol del universo por derecho propio.
Ocasionalmente
algunos de estos niños "infectados"
arrojan sus labios contra otros labios
de manera suicida,
dicen la palabra exacta en el momento exacto.
Incluso detienen el tiempo
y se salvan de un futuro letal
-o se desprenden de algo que era ellos
pero que al mismo tiempo no lo era-
Algunas veces descubren un idioma inédito
(inspirado en la sintaxis simple de los ríos),
un perfume mágico, un sabor imposible,
un nuevo color...
o hasta un planeta que nunca antes estuvo
en una galaxia que nunca antes existió,
-y adquieren el superpoder de contagiar
a quienes están cerca de ellos-
Otras, se despiertan con la boca pastosa,
el alma sudada, como arrugada,
y un viejo conocido (e insoportable)
olor a muerto
que tira para atrás.
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