"Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ramón Carballal
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"Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

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Luis Blanco tenía la costumbre de hacer preguntas, las dejaba caer en medio de la conversación, buscando el compromiso de una respuesta: “¿crees que…….” “¿a ti no te parece que…..”, inevitablemente te veías abocado a dar una opinión, casi nunca meditada, y de la cual acababas por arrepentirte al cabo de unos minutos de reflexión. Le gustaban, especialmente, las reuniones en el Galo; entonces, en la intimidad de una mesa, bajo una luz tenue, derramaba las cuestiones que creía más trascendentes, las echaba como si fueran dados marcados para ver quién era el primero en responder, el truco estaba en el acento ingenuo, como de duda elemental por resolver, porque Luis quería que le vieran como al eterno aprendiz, algo torpe, que recibe jubiloso una supuesta enseñanza, y así se abría el debate entre poesía y prosa, filosofía y política, música y literatura, en el que los puntos de vista jamás convergían. Se citaban nombres, se traducían poemas malditos o se interpretaban textos y pensamientos con la pretensión ilusoria de ser únicos, de demostrar un punto de inteligencia que nos distanciara del estudiante común, de lucir la invisible corona de laurel del individuo pensante. En aquellos círculos viciosos lo que verdaderamente se ponía en juego era el don de la originalidad; cuando Elena estaba presente, el ingenio relucía, la inspiración se soliviantaba, se podía decir la mayor de las estupideces siempre que se dijera con el rictus de seriedad que venia al caso. Se coqueteaba con ella( o con sus ocasionales compañías), en eso se resumía todo: en atraerla al redil de unas manos juguetonas, de unos besos voraces abocados al festín final de la carne, ¿éramos, entonces, diferentes a los demás? Solo en los medios por los que accedíamos al apareamiento, en esa especie de circunloquio reivindicábamos nuestra identidad bajo el eslogan de “soy una persona que profundiza en las ideas, las recompone y las comparte contigo. Poseo el misterioso atractivo de la incomprensión, pues ni yo mismo me comprendo”, y en el trayecto nos perdíamos, ya que si ese era el fin, hubiera sido más práctico desnudarlo de tales adornos y comunicar el deseo a través de la acción, donde el verbo tiene un valor secundario, y son el empuje y la osadía del instinto quienes marcan las reglas y traspasan los lindes del escarceo amoroso. Esa era la línea recta que no recorríamos, a sabiendas de que el consentimiento, si bien no estaba garantizado, si disponía de un margen propio, el de cada uno, en el cálculo de probabilidades del éxito perseguido; desconocíamos las virtudes de la perseverancia y fiábamos nuestra suerte al ardid del amago, a una iniciativa titubeante que demostraba la falta de naturalidad en las relaciones y el deseo encubierto de ser el objeto poseído y no el sujeto posesor: ser amado y no amar. Esto era demasiado pretencioso en quién no tenia ni fachada física ni argumentos intelectuales con que disfrazar el encanto animal del que no estaba provisto; por tanto , se puede suponer que estos artificios estaban destinados al fracaso y aunque se asimilaban como una especie de mal entendida imposibilidad ,iban dejando un poso de frustración que tampoco era definitivo, ya que al menos en lo que a mi concierne no definían completamente el si o el no absolutos, tan solo marcaban un territorio invisible, cubierto por una niebla que había que disipar, para saber si ese camino era transitable. Y en alguno de los acercamientos, esa necesidad de resolución se generaba simplemente con el intercambio de miradas en los lugares emblemáticos que era necesario compartir: conciertos, cines, librerías o pedazos de hierba cuando el sol de la primavera anticipaba el verano. Me engañaba al dotar a esos espacios del sentido de la predestinación, quería interpretar la frecuencia de los encuentros como un deseo común de integrarse en el otro, pero eso, lo supe después, solo me ocurría a mí. Era una fantasía no compartida, un desencuentro anacrónico en el que las miradas tienen significados equívocos, que no comulgan. Se podría argumentar, con razón, que la causalidad no existe, y con ello dar sustento y base a una esperanza, que precisamente por eso, necesitaba confirmarse o desmentirse, porque no podía seguir en la incertidumbre y requería transformarse en posesión o despojo, lo que fuera, con tal de compartir cada segundo con su cuerpo cálido próximo al mío o totalmente alejado de él: cara o cruz, presencia o ausencia de ella. Y de ser esta la respuesta final, poder abrir el balcón para enamorarme de otra imagen, tan lejana al principio y tan cercana a medida que se iban conociendo- imaginando las espesuras de ese nuevo ser cuya curvatura y perfil se desplazarían de un lado a otro de mi mente-, sin pedirme permiso, con la total y constante presencia de un intruso que se apodera de mi casa, la decora a su antojo, e impone sus condiciones de virus invasor, ante el que la resistencia declina poco a poco y concluye en rendición absoluta, entrega que quiere cerrar el círculo y no lo consigue, así hasta que el periplo vital dice basta, por agotamiento o porque acaba por reconocer la derrota última, sin paliativos, que hace, por fin, que mi nave(mi vida)desoiga los cantos de sirena que van quedando atrás confundidos con el oleaje. Esta liberación acabo por llegarme, después de una larga carrera de fondo sembrada de desencantos( los años hicieron de lente que va centrando progresivamente la desenfocada visión de las cosas). Me costó darme cuenta de que no era el centro del mundo sino el más alejado de sus satélites, de que me movía en espacios donde la gravedad no existe y el poder de atracción desaparece con solo ser pensado. ¿Le ocurría lo mismo a los otros, a esos seres miméticos? Seguramente no, más allá de las prácticas consensuadas, cada uno transitaba su propio laberinto, desconocedores de la ausencia de salidas, de que el verdadero sentido no era la conquista sino la escenificación romántica del fracaso, ellos-como yo, a mi manera- escogían los medios de manera personal y equivocada, sus actos parecían afluentes del mismo río, diferentes en su trazo, según transitaran por fértiles valles o por angostas cañadas, pero todos sujetos al destino de verterse en un caudal común, de oscuro poso indiferente, donde sus propósitos se ahogarían y la frustración aparecería para sellar su amargura. Por eso, las diferencias se declaraban en la epidermis de las actitudes y se anulaban en las vísceras de los propósitos, y ya que nos reconocíamos en la oquedad de las conquistas, también teníamos la capacidad de alabar el arte del disfraz, de la seducción o de la absoluta entrega a una causa perdida. Ninguno de nosotros se arrepintió, de eso estoy seguro. Las enseñanzas se tatuaron para no ser olvidadas, fueron como los mensajes de amor que se graban en el tronco de un árbol: perennes recordatorios de sueños imperfectos.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: "Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

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Éste me ha encantado; ser amado y no amar, la pseudo intelectualidad para los fines de la seducción, el darse cuenta que somos satélites muy distanciados del centro. Impresionante. Y tan aplicable todo, tan comprensible, tan adherido a la piel joven que palpita entre sus más puros deseos y la realidad tan sucia de antivalores.

Sigo leyendo.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


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Ventura Morón
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Re: "Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

Mensaje sin leer por Ventura Morón »

Esos fuegos artificiales del ingenio y la cultura, del descubrimiento de la verdadera conversación, el primer auténtico cambio de impresiones, donde verter a la vez dudas y conocimientos para ponerlos a prueba, para probarse uno mismo. Y claro, en ese cultivo encontrar la seducción, aprovechar ese entorno para atraer a través del pensamiento y la palabra, y sentirse de alguna forma diferente y de manera inconsciente, tan privilegiado como maldito.
Un placer venir a este texto amigo, pleno de las señas de la juventud, el despertar de la conciencia.
Fuerte abrazo, gracias por esta nueva entrega
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Ramón Carballal
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Re: "Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

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Hallie Hernández Alfaro escribió:Éste me ha encantado; ser amado y no amar, la pseudo intelectualidad para los fines de la seducción, el darse cuenta que somos satélites muy distanciados del centro. Impresionante. Y tan aplicable todo, tan comprensible, tan adherido a la piel joven que palpita entre sus más puros deseos y la realidad tan sucia de antivalores.

Sigo leyendo.
Gracias, Hallie. Me alegra que te haya gustado este capítulo. Abrazos.
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Ramón Carballal
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Re: "Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

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Ventura Morón escribió:Esos fuegos artificiales del ingenio y la cultura, del descubrimiento de la verdadera conversación, el primer auténtico cambio de impresiones, donde verter a la vez dudas y conocimientos para ponerlos a prueba, para probarse uno mismo. Y claro, en ese cultivo encontrar la seducción, aprovechar ese entorno para atraer a través del pensamiento y la palabra, y sentirse de alguna forma diferente y de manera inconsciente, tan privilegiado como maldito.
Un placer venir a este texto amigo, pleno de las señas de la juventud, el despertar de la conciencia.
Fuerte abrazo, gracias por esta nueva entrega
Es tal y cómo lo dices, al menos es lo que intentaba describir. Un fuerte abrazo y gracias por la lectura y el comentario.
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Ramón Carballal
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Re: "Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

Mensaje sin leer por Ramón Carballal »

Subo este capítulo por si alguien tiene la generosidad de estar leyendo esta obra. Un abrazo.
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Rafel Calle
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Re: "Un joven cualquiera"(Primera parte. Cap.5)

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En el foro de Prosa encontraréis todos los capítulos de esta gran obra de Ramón Carballal.
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