Happy hour
Publicado: Jue, 29 Jun 2017 10:23
``
Podrías saludar a cada nueva mañana
con una sonrisa de oreja a oreja,
y un Buenos Días tan grande
y tan esplendoroso como el Taj Mahal.
Dar la vuelta a tu vida
como a un colchón de nueve años
(demasiado tiempo para un colchón)
Volverte un fanático del water-yoga,
un crack en el arte del bonsai
o un devoto de los alimentos sin.
Podrías cambiarte de ojos
(metafóricamente hablando, claro está)
ensordecer a placer
por uno solo o por ambos oídos.
Guardar en la mesilla del dormitorio
un par de conciencias de repuesto
para la hora del sueño,
y hasta tener bajo la tele
(en ese minimalista mueble que la sostiene)
un kit de tripas y estómago incluido
para escuchar, imperturbable, las noticias
de las ocho y media de la noche.
... Y podrías, también, mitigar
esa urticante sensación
de desapego existencial
con una barbacoa y una borrachera semanales,
con un esporádico polvo
de película,
y hasta creerte
el mismísimo agente 007 en acción
(el día que esa encantadora parejita
de insaciables llorones
duermen plácidamente
en casa de la abuelita)
Pero no,
ni todo eso matará
los monstruos hiperactivos
y esas hormigas gigantes
de colores chillones
que juegan a rodearte
y a disparar rayos, flechas y balas de plata
contra el último reducto superviviente
de cerebro donde almacenas
la absurda idea en que de alguna
extraña y compleja forma
pudieras llegar a sentirte
medianamente satisfecho de tu vida,
a gusto con el mundo,
y poder hacer las paces
con este asquito de humanidad.
Ni así cesarán los temblores,
esas náuseas y sudores fríos
que te llevan irremediablemente
de nuevo a destapar esa botella
de añejo y resignado pesimismo,
con ese intenso toque de dulce apatía y
aquel terroso matiz de resiliencia antiminas;
y beberte de un trago
la cantidad necesaria para que por un rato,
aunque solo sea por un fugaz instante,
imaginarte
el tipo que no tiene la más remota
necesidad de ser feliz,
de pertenecer a ningún puto grupo
de guasap,
ni sentirte culpable
por haber desperdiciado
una vez tras otra
tu suerte al nacer
y todo lo bueno que hicieron
tus progenitores
(y aquella preciosa novia de la facultad,
en segundo de derecho) por ti.
Porque, amigo, no te engañes,
la felicidad es solo asunto
de ingenuos rumiantes,
-justo hasta el momento de subir al camión-
y también de depredadores
que nunca soñaron
con algún mundo ideal,
(únicamente con tener la panza llena,
los testículos vacíos,
y una reconfortante siesta diaria
anti-remordimientos)
Lo demás son solo
cosa de anuncios televisivos
lubrificados tras rock hits
y desbarajustes climático-hormonales:
Un simple film de princesitas
y princesitos bobos en descapotable
(hij@s de papá-rey-bobo)
y/o hadas madrinas viejas y resabiadas
con la piel requemada por el sol,
ex-superfumadas y en vaqueros.
... No more my friend!
____________
Podrías saludar a cada nueva mañana
con una sonrisa de oreja a oreja,
y un Buenos Días tan grande
y tan esplendoroso como el Taj Mahal.
Dar la vuelta a tu vida
como a un colchón de nueve años
(demasiado tiempo para un colchón)
Volverte un fanático del water-yoga,
un crack en el arte del bonsai
o un devoto de los alimentos sin.
Podrías cambiarte de ojos
(metafóricamente hablando, claro está)
ensordecer a placer
por uno solo o por ambos oídos.
Guardar en la mesilla del dormitorio
un par de conciencias de repuesto
para la hora del sueño,
y hasta tener bajo la tele
(en ese minimalista mueble que la sostiene)
un kit de tripas y estómago incluido
para escuchar, imperturbable, las noticias
de las ocho y media de la noche.
... Y podrías, también, mitigar
esa urticante sensación
de desapego existencial
con una barbacoa y una borrachera semanales,
con un esporádico polvo
de película,
y hasta creerte
el mismísimo agente 007 en acción
(el día que esa encantadora parejita
de insaciables llorones
duermen plácidamente
en casa de la abuelita)
Pero no,
ni todo eso matará
los monstruos hiperactivos
y esas hormigas gigantes
de colores chillones
que juegan a rodearte
y a disparar rayos, flechas y balas de plata
contra el último reducto superviviente
de cerebro donde almacenas
la absurda idea en que de alguna
extraña y compleja forma
pudieras llegar a sentirte
medianamente satisfecho de tu vida,
a gusto con el mundo,
y poder hacer las paces
con este asquito de humanidad.
Ni así cesarán los temblores,
esas náuseas y sudores fríos
que te llevan irremediablemente
de nuevo a destapar esa botella
de añejo y resignado pesimismo,
con ese intenso toque de dulce apatía y
aquel terroso matiz de resiliencia antiminas;
y beberte de un trago
la cantidad necesaria para que por un rato,
aunque solo sea por un fugaz instante,
imaginarte
el tipo que no tiene la más remota
necesidad de ser feliz,
de pertenecer a ningún puto grupo
de guasap,
ni sentirte culpable
por haber desperdiciado
una vez tras otra
tu suerte al nacer
y todo lo bueno que hicieron
tus progenitores
(y aquella preciosa novia de la facultad,
en segundo de derecho) por ti.
Porque, amigo, no te engañes,
la felicidad es solo asunto
de ingenuos rumiantes,
-justo hasta el momento de subir al camión-
y también de depredadores
que nunca soñaron
con algún mundo ideal,
(únicamente con tener la panza llena,
los testículos vacíos,
y una reconfortante siesta diaria
anti-remordimientos)
Lo demás son solo
cosa de anuncios televisivos
lubrificados tras rock hits
y desbarajustes climático-hormonales:
Un simple film de princesitas
y princesitos bobos en descapotable
(hij@s de papá-rey-bobo)
y/o hadas madrinas viejas y resabiadas
con la piel requemada por el sol,
ex-superfumadas y en vaqueros.
... No more my friend!
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