Editorial Alaire

Viejo ciprés, que antaño engalanaste,
Patios serenos, estancias encantadas,
Que como suave música esparcías,
El susurro del aire entre tus ramas.

Al paso de los años enmudeciste,
Testigo del horror de otras batallas,
La sangre que alimenta tus raíces,
Es la gloria que otorga las medallas.

Muere también, mata toda esperanza,
Cúmplase inexorable tu destino,
Veremos florecer de esta matanza,
A una generación de niños asesinos.

Un poema que refleja una realidad demasiado dura.
Testigo, la naturaleza, que se sobrecoge y contamina de tanto dolor y tanta locura.

Poemas que hay que escribir querido amigo, y hay que leer, yo me alegro mucho de haber venido,
Fuerte abrazo

Gracias,
Creo que es una imagen desoladora como la guerra la de la muerte del árbol de los muertos. Hasta los cipreses eternos prefieren desaparecer, cuando bajo sus copas los niños juegan a fusilarse mutuamente. Me duele Alepo.

Duele el poema como reflejo de una realidad muy cercana. Un logro el poema.
Un abrazo.
Pepa

Gracias Josefa.
Prefiero escribir sobre madreselvas y jazmines... el problema es esta manía que tenemos, como decía Krahe, de estar incómodos.

Muy bello, pero muy descarnado trabajo de Alberto.

Grande poema con un final que estremece. Me gustó mucho
Besos
Pilar