Persiguiendo la noche
Publicado: Sab, 24 Jun 2017 1:36
Bajo un techo encendido de arrecifes
reinventamos la lluvia,
nos diluviamos por dentro sin quererlo.
Éramos manos de la noche
esculpiéndonos sueños en la sed,
en la sangre,
modelando con sus dedos de plata la ventisca
súbita y voraz de nuestros muslos,
jugando a cara o cruz con el aliento.
Solamente el murmullo
de un enjambre de estrellas tiritando a lo lejos
arañaba el silencio,
el crujir de la sal sobre los cuerpos,
ese lamento inaudible
que aguarda turno en el desván del deseo.
Y un beso
que se prolongó más allá de las esferas
para dejarnos nuevamente a oscuras
robándonos, a tientas, los abismos.
Quedaba entonces distante este momento
de no sernos,
de ir mendigando la piel por las aceras,
el tono exacto
de ese rayo de luna embalsamada
que nos fundió los pechos,
era tan imposible la mañana que creímos
latido la memoria derribando la puerta.
Fuimos de repente,
como golpe de instinto al acecho de un pájaro,
trinchera y asalto al mismo tiempo.
Un cometa que pasa en cada vida
que no nos pertenece
enmarañando su estela en el olvido.
Hoy seguimos caminando al contrario
de nuestros propios pasos,
muy despacio,
mirándonos la sombra de reojo
en busca, todavía,
de las nubes encinta.
Persiguiendo una noche
que ya sólo será negra en el recuerdo,
ese lienzo al revés donde esbozarnos.
Hasta ese otro imprevisto
donde, simplemente, amanezca.
reinventamos la lluvia,
nos diluviamos por dentro sin quererlo.
Éramos manos de la noche
esculpiéndonos sueños en la sed,
en la sangre,
modelando con sus dedos de plata la ventisca
súbita y voraz de nuestros muslos,
jugando a cara o cruz con el aliento.
Solamente el murmullo
de un enjambre de estrellas tiritando a lo lejos
arañaba el silencio,
el crujir de la sal sobre los cuerpos,
ese lamento inaudible
que aguarda turno en el desván del deseo.
Y un beso
que se prolongó más allá de las esferas
para dejarnos nuevamente a oscuras
robándonos, a tientas, los abismos.
Quedaba entonces distante este momento
de no sernos,
de ir mendigando la piel por las aceras,
el tono exacto
de ese rayo de luna embalsamada
que nos fundió los pechos,
era tan imposible la mañana que creímos
latido la memoria derribando la puerta.
Fuimos de repente,
como golpe de instinto al acecho de un pájaro,
trinchera y asalto al mismo tiempo.
Un cometa que pasa en cada vida
que no nos pertenece
enmarañando su estela en el olvido.
Hoy seguimos caminando al contrario
de nuestros propios pasos,
muy despacio,
mirándonos la sombra de reojo
en busca, todavía,
de las nubes encinta.
Persiguiendo una noche
que ya sólo será negra en el recuerdo,
ese lienzo al revés donde esbozarnos.
Hasta ese otro imprevisto
donde, simplemente, amanezca.