El día de la madre
Publicado: Lun, 01 May 2017 13:03
EL DIA DE LA MADRE.
A la hora punta de la vida, la hora de tu cintura, la hora crítica de las palabras,
el señor de la guerra, desprovisto de memoria, levanta las tiendas,
atraviesa los círculos de la noche, penetra en las entrañas sin fondo del
tiempo.
Hoy es el Día de la Madre y llueve y por la ventana entreabierta del cuarto,
irrumpe el mismo ruido de siempre, un zumbido rutinario,
laboral y metálico de voces, bocinas y sirenas, el incesante ruido del
tráfico rodado a la hora punta de la gran metrópolis.
Se cuelan algunas gotas de lluvia que se posan como minúsculos copos
ligeros e incoloros en el barniz opaco del parqué,
y entre los tules de la alcoba y los pocos haces de luz de las persianas,
me miran fijamente desde la cómoda,
brillan desde algún lugar sin códigos secreto,
unos ojos verdes esmeralda,
los mismos ojos que una noche en vela y de verano cerré con estos dedos
amarillos del tabaco.
He recibido el centro de orquídeas que me enviaste por Inter Flora,
-Me indica la sonrisa que persiguen todos los fotógrafos
desde la geografía de un porta retratos repujado de níquel y de plata de
ley.
En la superficie del espejo, un corazón hermoso y húmedo,
la huella de unos labios invisibles de mujer sobre el vaho del aliento en
la biselada luna del armario de tres cuerpos.
Si en la marejada verde de tus ojos, cupieran el almidón y la pasión
de las sábanas de satén que tan celosamente guardan los deseos,
¿perdonarías las infidelidades del amor?
En este día tan señalado,
mientras las manos de un dios orfebre tratan primorosamente
de moldear un cuerpo de barro en el vértice de un crepúsculo,
se han retirado del corazón de los hombres,
todos los pecados del mundo.
A la hora punta de la vida, la hora de tu cintura, la hora crítica de las palabras,
el señor de la guerra, desprovisto de memoria, levanta las tiendas,
atraviesa los círculos de la noche, penetra en las entrañas sin fondo del
tiempo.
Hoy es el Día de la Madre y llueve y por la ventana entreabierta del cuarto,
irrumpe el mismo ruido de siempre, un zumbido rutinario,
laboral y metálico de voces, bocinas y sirenas, el incesante ruido del
tráfico rodado a la hora punta de la gran metrópolis.
Se cuelan algunas gotas de lluvia que se posan como minúsculos copos
ligeros e incoloros en el barniz opaco del parqué,
y entre los tules de la alcoba y los pocos haces de luz de las persianas,
me miran fijamente desde la cómoda,
brillan desde algún lugar sin códigos secreto,
unos ojos verdes esmeralda,
los mismos ojos que una noche en vela y de verano cerré con estos dedos
amarillos del tabaco.
He recibido el centro de orquídeas que me enviaste por Inter Flora,
-Me indica la sonrisa que persiguen todos los fotógrafos
desde la geografía de un porta retratos repujado de níquel y de plata de
ley.
En la superficie del espejo, un corazón hermoso y húmedo,
la huella de unos labios invisibles de mujer sobre el vaho del aliento en
la biselada luna del armario de tres cuerpos.
Si en la marejada verde de tus ojos, cupieran el almidón y la pasión
de las sábanas de satén que tan celosamente guardan los deseos,
¿perdonarías las infidelidades del amor?
En este día tan señalado,
mientras las manos de un dios orfebre tratan primorosamente
de moldear un cuerpo de barro en el vértice de un crepúsculo,
se han retirado del corazón de los hombres,
todos los pecados del mundo.