Editorial Alaire

Se besan los feos.
Se besan los guapos.
Los horribles.
Los hermosos.
Se besan ellas.
Lo hacen ellos.
Se besan los blancos.
Se besan los negros.
Los chinos.
Los moros.
Los de este, los del norte.
Del sur y del oeste.
Los ricos.
Los pobres.

Se besan con lengua, con el gusto a saliva.

Con la calidez de juntar cada labio.

Con el calor que se une a la entrepierna.

Se besan.

¡Se besan en todas partes!

¡A cada segundo!

Se besan, se recrean, se muerden los labios…

Y yo llevo 241 días sin sentirlo.

Se besan.

¡Yo quiero!

Pago por un beso.

Cuánto por cada uno.

¿Cuánto vale pues volver a darte un beso?

© SILVIA NIETO GARCÍA

Arriba con este hermoso trabajo de Silvia.

Un beso se paga con otro beso, pero sin dejar que pasen doscientos cuarenta y un días más dos. Aunque por ahí haya alguien
que no se acuerde ni del beso sencillo ni del beso de tornillo.

Te aplaudo el detalle de la relación de tantos besos y te envío uno de aprendiz de poeta. Los doscientos cuarenta y uno más dos
se borran. Cuenta nueva.

Quién besa a quién...y dónde...y cómo, y...por qué, y para qué.
El beso hay que verlo con los ojos cerrados. Tocarlo con la yema de los dedos. Olerlo por la nariz, aprobarlo con los labios, probarlo con
lengua, suavizarlo con la mano abierta, enaltecerlo con mucho tacto, y tragárselo enterito y sin sal si no sirve para el amor. Porque un
beso de amor no se le da a cualquiera y con menos motivo si es de judas

Si te atreves con los besos de colores, cuidadín cuidadín no vaya a ocurrir que te emborrachen sus cantos de Sirena.

Si te conformas con un abrazo...allá va....haciendo paso.